martes, 20 de abril de 2021

EL NATURISMO, UNA CREACIÓN DE DIOS (BRASIL)

La vida naturista forma parte del plan de Dios para la humanidad.

A pesar de las grandes diferencias entre el mundo científico y el sagrado, que se pelean por la evolución y el creacionismo, no podemos escapar a la realidad de que ha sido el mundo religioso el que ha aportado más dramatismo al comportamiento humano, especialmente cuando se trata de la vida sexual del hombre, resumida engañosamente en la figura del cuerpo desnudo.

Frente a esto, dejemos de lado la intervención científica en los temas de sexualidad y desnudez, porque nada se ha producido en este ámbito que venga a cuestionar el modelo religioso, muy por el contrario, ha habido una velada connivencia, salvo cuando sólo se trata de descalificar la posición cristiana en cuestiones de género.

De todas las religiones del planeta, la que más restricciones impone al sexo y a la exposición del cuerpo es el cristianismo, aunque el islamismo y el judaísmo, por influencia o por miedo a la reacción de los cristianos, no adoptan en público la pureza que mantienen en el núcleo de sus preceptos. Las demás religiones existentes no tienen ninguna referencia descalificadora al respecto, al contrario, muchas de ellas tienen el cuerpo humano y el sexo como elementos de la divinidad.

Por lo tanto, al ser el cristianismo la religión que más se ha extendido por el planeta, siendo hegemónica en la mayoría de los países, estudiar el origen de esta aversión a los órganos genitales adoptada por este modelo religioso es de suma importancia.

Aunque el cristianismo sólo tiene 2.000 años, su base doctrinal, sin embargo, se remonta al inicio de la formación del pueblo judío, hace más o menos 6.000 años. Es a partir de las interpretaciones desarrolladas en estos 4 mil años anteriores a su creación que el cristianismo viene, exclusivamente hace 1500 años, adoptando una postura de guerra total contra la sexualidad humana.

Esta posición cristiana, adoptada a partir de finales del siglo V, pasa sin embargo por dos grandes errores, ambos de la mayor gravedad.

La primera deriva de la formación de su base doctrinal. En el momento en que la Santa Biblia se dividió en dos grandes niveles, trató de establecer la idea inicial de adoptar sólo uno de ellos como justificación de la existencia del otro, cuyo contenido sería el elemento fundamental de su ideología. Incluso porque existe exactamente como contrapunto a la primera.

De este modo, se entendía necesaria la existencia del Antiguo Testamento, eminentemente histórico, que aportaría todo un contexto que explicaría la existencia de una NUEVA ALIANZA entre Dios y el hombre. Sería muy lógico y fácil de entender que un nuevo elemento viniera a anular o, en el mejor de los casos, a reformular el antiguo, que tiene una historia de desajustes y fracasos.

La figura de Jesucristo sería el apogeo de esta revolución y transformación del viejo método, que sería inválido y sin fundamento. Pero esto no fue lo que se vio tras la dominación del cristianismo por parte de la Iglesia católica de Roma, a partir del siglo III, consolidándose definitivamente en el siglo V como controladora y gestora de la nueva secta.

Los ideales de San Agustín y otros influenciadores de la época dieron lugar a una gran valoración del Primer Testamento de Dios, celebrado exclusivamente con los israelitas, descendientes de Jacob, nieto de Abraham. Todo lo que salió mal con el pueblo hebreo debe servir de base para valorar el nuevo orden establecido por Jesucristo, el gran pervertidor del viejo orden. Lo que vimos fue una Iglesia apegada a todo lo del Antiguo Testamento como si fuera una Ley inamovible e indestructible, asesinando de nuevo al Maestro que debían preservar. Hasta hoy lo que vemos es deificar las palabras de David y de los profetas, tanto por parte de católicos como de evangélicos, como si fueran los herederos y conservadores de la doctrina judía.

El segundo gran error está en las interpretaciones absurdamente sexualizadas de todo en el Antiguo Testamento, ya que en el Nuevo Testamento los planteamientos son esporádicos en el tema de las sexualidades.


Es en este contexto de una visión sexual distorsionada de lo que dicen los textos de la antigua ley que se ha llegado a la etapa de demonización de la sexualidad y del cuerpo humano, como veremos a continuación.

Empezar por el episodio de la creación, donde queda claro que el gran proyecto de Dios era la pureza del ser humano, sin nada que pudiera provocar la neurosis sexual que transformó a la humanidad. "Estaban desnudos y no se avergonzaban" es la primera referencia, donde la interpretación sexualizada ve una vergüenza de los genitales, sin el menor indicio de que esa era la idea del episodio. Tanto es así que, cuando se utilizan hojas de parra, la fétida imaginación popular crea la imagen de hojas cubriendo las partes íntimas de Adán y Eva, que, todo indica, estas hojas se utilizaban para cubrir el rostro. Al comer una fruta prohibida, nada indica que el descubrimiento de la desnudez se refiriera sólo a los genitales, y la vergüenza que sentían sería la misma que sentimos hoy cuando hacemos algo malo, sin relación con ninguna actividad sexual. Al fin y al cabo, la vergüenza de los genitales es una creación de los hombres para enseñar a sus hijos a una tierna edad, cuando no tienen la menor noción de ello.


A continuación, sexualizan también la creación de ropa. Si iban a ser expulsados del Jardín del Edén, un paraíso sin ninguna diversidad climática, era natural que no fuera apropiado arrojarlos desnudos a una región extremadamente fría (Oriente Medio). Por lo menos hay que hacer la primera ropa para protegerlos. Pero las mentes contaminadas se imaginan que las ropas estaban destinadas a ocultar sólo sus genitales.

A partir de ahí, todas las interpretaciones rondan el mismo punto de vista. Noé estaba desnudo y quien fue castigado fue el hijo que se burló de su desnudez. Aun así, la gente piensa que la condena es por la desnudez y no por la mirada maliciosa. Así, la gente no necesita corregir su forma de ver la desnudez porque es más práctico que se prohíba a la gente estar desnuda.

Aunque hay centenares de episodios naturales de personas desnudas dentro del texto bíblico, como, por ejemplo, la circuncisión, las ceremonias de purificación, el ejercicio de las profecías (I Samuel 19:24 e Isaías 20:3), los actos de rasgarse las vestiduras cuando se indignaban (en varios pasajes bíblicos), el despojo de las vestiduras de los vencidos en las guerras, los baños higiénicos en los ríos, el trabajo (Juan 21:7), etc, La maldad sigue reinando en las cabezas de la gente, incluidos los traductores de la Biblia, que utilizan términos que implican la condena de la desnudez.

El ejemplo más clásico se encuentra en el libro del Levítico, capítulo 18, donde la mayoría de las traducciones bíblicas utilizan las expresiones "ver la desnudez" o "descubrir la desnudez" en lugar de "mantener relaciones sexuales", en un pasaje donde la única intención era prohibir la práctica del incesto.

La desnudez en el Antiguo Testamento es tratada como una necesidad humana, es decir, una pobreza extrema, al mismo nivel que el hambre y la sed.

Siempre que la Biblia habla de la vergüenza de la desnudez no se refiere a la desnudez física del hombre, sino a una desnudez simbólica del alma o a la transparencia del comportamiento. La mayoría de las veces, en estas circunstancias, se está refiriendo a la desnudez de una nación, una ciudad o un pueblo, y está queriendo mostrar una podredumbre visible de la naturaleza de una población, casi siempre relacionada con el culto a los ídolos, sin la menor intención de referirse a tejidos u órganos genitales.

En relación con el sexo, el Antiguo Testamento es explícito en 5 prohibiciones: el adulterio, la prostitución, el incesto, la homosexualidad y la zoofilia, que, por cierto, son las únicas prohibiciones homologadas en el Nuevo Testamento por Jesucristo y por el apóstol Pablo. Todo lo demás es mera invención de gente con mentes sucias, de hipócritas y falsos moralistas.

Como muestra el libro Pureza (www.rones.com.br), de la naturista Nelci Rones Pereira de Sousa, que estudió el tema en las tres principales religiones del planeta, al menos en cuanto al número de países que las adoptan, en el cristianismo, el islam y el judaísmo no hay ninguna insinuación en sus libros sagrados que demonice la desnudez, como estas mismas religiones quieren demostrar siempre en la actualidad. Es una mentira predicada hace 1.500 años, que, desde el Papa Gregorio Magno, de la Iglesia Católica Romana, en un gesto de dominación e intento de idiotizar a la gente, fue, después de ser dicha durante miles de veces, transformada en verdad.

El hecho es que cuando entramos en un entorno naturista, no hay duda de que el proyecto de Dios para la humanidad está ahí. Incluso con las enormes invasiones de personas malintencionadas en estas zonas, que en la mayoría de los casos sólo buscan facilidades sexuales, aun así no existe la posibilidad de una maldición o la ira de Dios, ya que es por los de buena fe que se juzgan los aspectos buenos de la filosofía.

Lo que falta es sólo una mayor conciencia de los actuales dirigentes de las asociaciones, en hacer preservar este estado de pureza que exigen a la simplicidad de la desnudez, y dejar de hacer la vista gorda a las personas que tratan de distorsionar la práctica creada por el Supremo Arquitecto del Universo.

Se cree que tal como empezó la humanidad, así debe terminar, en la mayor de las pruebas del retorno del hombre al paraíso, que, por cierto, forma parte de todo el contexto bíblico: la lucha de Dios para que el hombre vuelva a su estado original de pureza, que le proporcionará todas las credenciales para la vida eterna.

ANDENU - ASOCIACIÓN NACIONAL PARA LA DEFENSA DEL NATURISMO.

http://www.tambaba.com.br/

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