Tunick, 20 años después y con varias visitas frustradas: “Mi obra en Chile está inconclusa”
El controvertido fotógrafo estadounidense, quien retrató a 5 mil personas desnudas en el Parque Forestal de Santiago en 2002, revive a casi dos décadas la trastienda de su recordada instalación. Desde entonces ha intentado volver con nuevos proyectos. Ni uno ha prosperado. “Aún siento un deseo artístico irracional con Chile -dice desde Nueva York-. Ha habido posibilidades reales de volver, pero me he negado a convertirme en rostro publicitario y nunca más respondieron”.
7 de agosto de 2021.
“Querido Luis, espero que este correo electrónico los encuentre bien a usted y a su familia en estos tiempos difíciles. Les escribo para ver si es posible el proyecto en el que estábamos trabajando.
En 2022 será el aniversario número 20 de mi instalación chilena del 2002. Tal vez las dificultades de hacer realidad nuestro proyecto del 2015 puedan estar detrás de nosotros y tratar de hacerlo a propósito del aniversario podría tener más éxito. He superado la pandemia, así que estoy listo para viajar a Chile e incluso ponerme en cuarentena si es necesario.
(…) Agradecería la oportunidad de realizar nuevos trabajos en Chile. No necesitamos batir récords con la cantidad de participantes desnudos. Sólo tenemos que hacer un buen arte y unir a las personas colectivamente para enviar un mensaje de que el futuro puede cambiar si hacemos un esfuerzo adicional.
Intentemos que esto suceda. ¿Qué piensas?
Afectuosamente,
Spencer”.
I. Un artista sobre su escalera y la catarsis de la tribu
Tenía en mente varias imágenes posibles. Una de ellas la componían varios cuerpos distribuidos casi coreográficamente en las esquinas del Parque Forestal de Santiago. Había anotado también otra: esos mismos cuerpos mirando hacia el río Mapocho en línea diagonal, además de algunas posturas; los brazos hacia arriba, rodeando la cabeza y en posición fetal. Nada de eso, dirá, funcionó esa fría mañana, cuando sobre una escalera de tres metros y con la cámara entre sus manos, Spencer Tunick supo que sus instrucciones no hacían eco entre las casi 5 mil personas que se desnudaron y posaron para él en su primera visita a Chile, hace casi 20 años.
Había, por esos días de crudo invierno, un ambiente futbolero y necesidad de fiesta. El domingo 30 de junio de 2002 se sabía de dos eventos previamente anunciados que iban a marcar la pauta noticiosa local: la final del Mundial de Japón entre Brasil y Alemania y una divulgada instalación artística en Santiago del fotógrafo estadounidense de entonces 34 años -que había retratado desnudos masivos en varios escenarios abiertos del mundo-, a cargo del Museo de Arte Contemporáneo (MAC).
La invitación había circulado semanas antes en periódicos, por la radio e incluso por el estrecho ciberespacio de la época, aún sin redes sociales. Decía: “Pose desnudo en Santiago, Chile, para ser fotografiado por Spencer Tunick. A cambio usted recibirá una fotografía original del evento. Usted sólo estará desnudo por algunos minutos. El evento completo tomará 30 minutos, llueva o truene”. Las y los interesados, mayores de edad por requisito, debían inscribirse por correo electrónico. Llegado el día, se habían recibido más de dos mil solicitudes.
“Se esperaban muchas menos”, recuerda el ex director del MAC, Francisco Brugnoli. Por primera vez el museo traía una muestra colectiva de artistas internacionales provenientes de la 25º Bienal de Sao Paulo, donde un año antes Brugnoli había conocido a Tunick. “Allá vi por primera vez sus fotos y pensé: ¿será posible esto en Chile? Tunick dijo de inmediato que sí y preguntó: ¿cuánta gente puede llegar a haber? Mira, le dije, Chile es un país muy conservador. Él acababa de hacer fotos de desnudos en Brasil con 500 personas, y otras en Buenos Aires con no más de 150. Yo creí que en Chile con suerte podíamos igualar o superar por poco esa cifra, y en eso quedamos cuando acordamos traerlo”, agrega.
Tunick no era precisamente un artista conocido en Chile en ese entonces. Desde sus inicios en 1994 reunía amigos y luego desconocidos para sesiones de desnudos colectivos en espacios abiertos que se revelaban poco antes de cada cita. Por esos años terminó preso y en otras cinco ocasiones fue detenido. Su caso incluso llegó a la justicia en Estados Unidos al enfrentar al entonces alcalde conservador de Nueva York Rudolph Giuliani. Tunick ganó el caso esgrimiendo la tercera enmienda sobre libertad de expresión. El free speech, como lo llaman los gringos.
Durante los primeros años 2000 ya se hablaba, en términos muy reduccionistas por cierto, del fenómeno del “piluchismo” en Chile. Casos como el de la Casa de Vidrio del proyecto Nautilus, para el que la actriz Daniella Tobar vivió durante el verano del año 2000 en pleno centro de Santiago, o el de Baby Vamp, la chica platinada y de lentes oscuros que se paseó desnuda por las calles de la mano del artista argentino Luizo Vega a comienzos del 2002, abrieron el debate en torno al empoderamiento del cuerpo y la desnudez. Ambos desataron también insólitas reacciones y persecuciones desde sectores religiosos y conservadores.
Con sólo meses de diferencia, la primera visita a Chile de Tunick no podía sino correr la misma suerte.
* “Allá vi por primera vez sus fotos y pensé: ¿será posible esto en Chile? Tunick dijo de inmediato que sí y preguntó: ¿cuánta gente puede llegar a haber? Mira, le dije, Chile es un país muy conservador. Él acababa de hacer fotos de desnudos en Brasil con 500 personas, y otras en Buenos Aires con no más de 150. Yo creí que en Chile con suerte podíamos igualar o superar por poco esa cifra»
“Hacer una instalación de Tunick en el país de esos años era algo atrevido, pero no tanto tampoco considerando que no esperábamos tener a más de 200 personas. Podía ser todo muy controlable”, comenta la entonces productora del MAC y hoy del Centro Cultural Palacio La Moneda, María Elena del Valle. “Spencer Tunick no tenía productor ni nada en ese tiempo, así que tuvimos que preparar todo nosotros. Abrimos un correo electrónico nuevo para las inscripciones y se llenó rápidamente. Honestamente, no pensé que la gente fuera a participar como lo hizo. No estaban las redes sociales, la cultura era más underground, más para la gente del arte, y este país era bastante pacato entonces. Fue una reacción muy inesperada”.
La elección del lugar para la instalación de Tunick en Santiago implicó una negociación política con la Intendencia y la Municipalidad de Santiago a la que Del Valle tuvo que hacer frente. Se pensó antes en el puente Loreto, en la Plaza de la Constitución y sólo al final apareció como opción el Parque Forestal. “Era el más idóneo”, opina hoy la productora.
Y aclara: “Siempre hubo disponibilidad de las autoridades. Más se peleó el protagonismo de quién había dado el visto bueno primero, si (el ex intendente) Marcelo Trivelli o (el ex alcalde) Joaquín Lavín, pero ambos dieron permisos y fueron bien abiertos. Yo creo que nadie sabía lo que iba a pasar ese día, ni ellos ni nosotros en el museo”.
El 28 de junio de 2002, dos días antes de la fecha de su debut y a sólo horas de haber aterrizado en Santiago, Spencer Tunick se asomó por la ventana de su habitación en el ex Hotel Carrera, a pasos de La Moneda. Una multitud protestaba en su contra. A la mañana siguiente, uno de los muros del río Mapocho amaneció rayado: “Lavín = Sodoma / Tunick = inmoral”.
Desde su estudio en el condado de Rockland, en el Estado de Nueva York, Tunick lo recuerda así: “Miré por la ventana y vi alrededor de 400 personas manifestándose y gritando afuera del hotel con pancartas y biblias en sus manos. Decían cosas como ‘Tunick inmoral’ o ‘pervertido’. Bajé con mi cámara y los empecé a grabar. Lo gracioso es que ni siquiera me reconocieron”.
Francisco Brugnoli cuenta que contra todo decidieron seguir adelante. El perímetro que rodea el edificio del Museo Nacional de Bellas Artes y el MAC fue acordonado por Carabineros, que además dispuso un contingente para resguardar a los asistentes. El equipo del museo también estaba organizado: había un traductor y ocho megáfonos para que Tunick diera sus instrucciones para la foto, una escalera solicitada también por el artista y personal para recibir a los no más de 200 participantes que esperaban a eso de las 7 AM frente al museo.
Llegaron casi 5 mil personas, hombres y mujeres de todas las edades, que esa madrugada y a pesar del frío y los sermones de los evangélicos, querían ser parte del desnudo masivo más grande del que se tenga recuerdo en Chile.
“Que los cuerpos desnudos invadieran el Parque Forestal fue un hecho poderoso, por ello vale la pena recordarlo”, dice el sociólogo y Premio Nacional Tomás Moulián. “Esa mañana, una minoritaria acción de arte devino en una manifestación multitudinaria de gozo. Empelotarse juntos, ése era el chiste, y hacerlo en el espacio público, donde la moral oficial rinde examen. La sociedad chilena redescubrió la capacidad de sorprenderse a sí misma”, opina el historiador y ensayista Manuel Vicuña.
Pero aunque superó todas las expectativas, no todo salió como lo habían calculado. “Al poco rato esto se desbordó. Nos vimos sobrepasados en algunos aspectos de producción”, recuerda hoy Brugnoli. “No sirvieron los megáfonos porque al rato se les acabaron las pilas, tuvimos que buscar voceros entre los participantes”, le sigue Del Valle.
* Desde su estudio en el condado de Rockland, en el Estado de Nueva York, Tunick lo recuerda así: “Miré por la ventana y vi alrededor de 400 personas manifestándose y gritando afuera del hotel con pancartas y biblias en sus manos. Decían cosas como ‘Tunick inmoral’ o ‘pervertido’. Bajé con mi cámara y los empecé a grabar. Lo gracioso es que ni siquiera me reconocieron”.
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