Imanol Legross expone 'Fonolitas' en la Galería Spectrum Sotos de Zaragoza
El Fonoll -El hinojo en castellano- pertenece al municipio de Pasanant y se sitúa en la comarca tarraconénse de la Cuenca de Barberá. Abandonado y en ruinas tiempo atrás, entre Vallfogona de Ricorb y Guimerá, el pueblo de El Fonoll fue restaurado y desde comienzos de siglo es lugar de práctica nudista, uno de los más conocidos de España. Hasta allí viajo con su cámara de medio formato, una Mamiya RZ67, y ligero de equipaje -para que liarse en llenar la maleta- Imanol Legross (Logroño, 1983). Era el verano de 2014 y el fotógrafo riojano perseguía una de sus obsesiones: encontrar respuestas y explicar el mundo tal y cómo el lo entiende a través de la fotografía. En ese camino, las personas son una de sus inquietudes fotográficas; las personas y descubrir y mostrar qué sucede en los colectivos qué forman. Algunas de esas preguntas y la búsqueda de las respuestas le trasladaron a El Fonoll cinco años atrás. Ahora, la Galería Spectrum-Sotos -la más antigua de España dedicada exclusivamente a la fotografía y en la que han expuesto los más prestigiosos fotógrafos del mundo- acoge la muestra ‘Fonolitas’, que reúne la serie de fotografías realizadas por Legross en El Fonol.
“Fonolitas’ hace referencia -describe Imanol- a los habitantes o visitantes del pueblo de El Fonoll. No sé a ciencia cierta si está bien utilizado el término pueblo porque realmente se trata de una finca privada que pertenece a un señor, que se llama Emili Vives. Allí hay, a disposición de todo el que quiera, cabañas, apartamentos o espacios para instalar la tienda de campaña. También puedes encontrar autocaravanas diseminadas por toda la finca. Allí la gente puede ir y alojarse. La finca tiene una serie de condiciones, la más importante de las cuáles es que es obligatorio ir desnudo”.
Apunta Legross que El Fonoll es un pueblo nudista que cuenta con dos tipos de habitantes. “Por un lado están las personas que acuden en épocas vacacionales o en periodos de retiro a vivir en comunión con la naturaleza; por otro, están los voluntarios, como los llaman allí. personas que por diferentes circunstancias de la vida han ido a parar a El Fonoll; bien porque han sido desahuciados, bien porque son viajeros trotamundos y han decidido establecerse una temporada allí. A estos últimos, el propietario de la finca les da alojamiento a cambio de que trabajen en el ‘pueblo’. Cuentan con unas fichas que son canjeables en el economato por comida”.
Aunque este año el verano ha prolongado su reinado, nada queda de los días de estío mientras el fotógrafo rememora los días en el pueblo nudista. A través de la cristalera del balcón de la biblioteca de la Casa de la Imagen de Logroño el cielo se muestra gris, el agua ya ha empapado el embaldosado de la plaza Amós Salvador, y el viento fracasa una y otra vez en su empecinamiento por derribar la torre de San Bartolomé. Imanol recuerda que el trabajo fotográfico se prolongó por espacio de diez días. “Lógicamente, durante el tiempo que pasé en el pueblo estaba desnudo”.
Apunta que los primeros días le resultó muy complicado hacer fotografías. “La gente era reticente, tenía sus dudas. Me preguntaban: ¿Y con estas fotos qué vas a hacer? Se preguntaban quién este tío que viene aquí con una cámara tan grande. La Mamiya RZ67 es una cámada de medio formato 120, analógica; es una cámara aparatosa y, claro, la gente me miraba con dudas”.
Legross justifica las reticencias iniciales de la gente. “Hay que tener en cuenta -revela- que en el pueblo hay personas de muchas condiciones. Hay empresarios, gente que busca el anonimato, personas con cargos de responsabilidad, gente que no quiere mostrar su intimidad. Era normal que la llegada de una persona de fuera, que no es del pueblo, que no ha tenido ningún contacto con el nudismo y que les explica que quiere hacer un trabajo fotográfico para contar cómo es aquello, genere ciertos reparos”. Así que prácticamente la primera semana Imano la dedicó a ganarse la confianza de los habitantes de El Fonoll. “Charlaba con ellos y les explicaba el proyecto. No saqué apenas la cámara, tan sólo la cogía durante aquellos primeros días si iba a pasear sólo para captar ciertos detalles y ciertas atmósferas”.
Después llegó el momento de emprender la realización de los retratos. “Tenía claro que en este proyecto eran importante las personas, para mí son importantes en todas las series de fotografías que emprendo. Había sido sincero con toda aquella gente, mi intención no era beneficiarme económicamente de su imagen. Al contrario, tenía mucho más que ver con el arte que con el morbo. Tan sólo quería contar lo que allí estaba sucediendo sin entrar en valoraciones éticas. Quería contar desde una perspectiva ajena a todo lo que conlleva el nudismo. Mostrarlo desde una distancia física y emocional. Quería poner la cámara y contarlo a través de ellos y del pueblo. Quería que fuera la cámara la que hablara, más allá de que yo soy el que decide poner la cámara en un lugar u otro”. Imanol lo reitera. “Mi intención no ha sido ni hacer apología del nudismo ni una crítica”.
"Mi objetivo era -relata Legross- que los protagonistas mirasen con franqueza y a veces es difícil conseguir eso en una fotografía, principalmente porque hoy en día estamos sometidos a una exposición continua, la nuestra propia y toda la que existe a nuestro alrededor. Muchas veces en cuanto vemos una cámara sacamos una sonrisa. Buscamos la pose, el lado bueno, quedar bien. Cuando hago un retrato intento que todo eso desaparezca. Mi modus operandi es tomar mucha pausa, tratar de relajar, casi buscar que las personas se cansen hasta que llega un momento en que las personas retratadas se desnudan, no quitándose la ropa, sino que desnudan el alma. En ese momento se olvidan de todo, la máscara desaparece, y ese es momento de realizar la fotografía. Esa fue la intencionalidad durante la realización del reportaje”. Imanol es un fotógrafo meticuloso. “Cuando realizo una fotografía trato de controlar todo lo controlable; el viento no lo es, por ejemplo, el sol tampoco”.
CONTINÚA...
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