El encontrarse a gusto cuando estamos desnudos nos lleva a generar un clima de relax que extrapolamos a todos los que nos rodean.
Cuando estamos desnudos, es mucho más sencillo ser nosotros mismos. No sólo nos desnudamos de manera literal, sino también de forma emocional.
Al desaparecer la ropa, desaparecen las presunciones y eso te permite conocer a las personas de una manera más natural y certera.
Es mucho más fácil entablar una conversación con alguna persona a la que no conocemos cuando no hay ropa de por medio que nos etiquete ni que oculte nuestra personalidad, ya sea con otro nudista o con un “textil”.
De hecho, los desnudizers tenemos gran fama de dicharacheros y de ser los que más nos miramos a los ojos a la hora de hablarnos. Nos gusta relacionarnos, de eso no hay duda.
Por eso, muchos de los que no comparten nuestra visión de la natural desnudez se sentirán impresionados al llegar por primera vez a una playa nudista como Cantarriján.
Porque la sensación de ver cuerpos desnudos es efímera. Al socializar con nudistas pronto te das cuenta que la desnudez es secundaria, que vulvas y penes de mil formas y tamaños dejan de ser lo relevante y que la comunicación de los ojos y de la boca (ahora mascarilla) es el principal centro de toda la interacción.
Y oye...si no te lo crees...¡vente a Cantarriján!
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