martes, 25 de enero de 2022

YATAN RUMI: CRÓNICA DE LA TRADICONAL CARRERA NUDISTA EN LAS SIERRAS CORDOBEZAS. PARTE II (ARGENTINA)

Los desnudistas

Mario ahora es asistente del lugar, aunque primero fue un visitante. “Pasaba por la tranquera muchas veces cuando iba a los Gigantes a hacer escalada”, recuerda el cordobés. “Hasta que un día me animé a entrar. A mi esposa no le gusta, incluso una vez que estaba vacío acá y Miguel me había dado la llave, la quise traer para que comprobara que no había nada raro, pero no vino”. Hace ya un par de años que Mario da una mano en la temporada, y disfruta del nudismo. En uno de sus tantos ingresos al predio, mientras cerraba la tranquera, un día se detuvo una camioneta con cuatro adolescentes:

–Hola, jefe, ¿cómo va? ¿Qué onda acá? ¿Se arman lindas jodas, no? –le disparó el pibe que manejaba, buscando la risa del grupo.

Mario, ya baqueano del nudismo, le explicó que lo sexual no tenía nada que ver con la propuesta, que el concepto es encontrarse con la naturaleza en un marco de respeto. Los chicos se interesaron, empezaron a preguntar y entraron al predio. Hasta que uno de los cuatro se plantó, con resistencia, pero argumentos cada vez más débiles ante la insistencia de sus compañeros. Entonces se acercó a Mario, lo miró suplicante y le confesó:

–Disculpe, señor, le voy a decir la verdad. Yo quisiera entrar también, pero el problema es que la tengo muy chica.

No del todo sorprendido, conocedor de la mayor barrera que enfrentan los hombres ante el nudismo, Mario le explicó que es tan trascendental el tamaño de sus genitales como el de su nariz o sus orejas, que no tiene ninguna importancia. Pero el muchacho insistía, Mario le daba más argumentos, hasta que el joven fue a lo hechos:

–Te estoy hablando en serio –le dijo mientras se le acercaba–. Mirá –y se abrió la bragueta confiado en tener una prueba irrefutable.

Ahí sí Mario largó la risa y le dijo que se dejara de joder, que no dieran más vueltas y entraran todos. Al final, los cuatro la pasaron bárbaro, hicieron un asado, se quedaron todo el día, recuerda Mario. Antes de irse, el muchacho le agradeció haberlo invitado y, al oído, le confesó, aliviado: “Al final, ¡encontré uno que la tenía más chica que yo!”.

* "Fui a buscar la experiencia para contarte a vos que leés, probablemente vestido, esta crónica. Y descubrí que por más que escriba, la experiencia hay que vivirla", dice el cronista.

“Poné que me llamo Luis Alberto”, dice tras unos bigotes espesos y canosos, un cuerpo duro, grande, curtido por la intemperie, más de 60 años, herrero de profesión, hombre serio y campechano. “Es que esto no se puede comentar en mi pueblo porque lo toman para la mierda, piensan que es una degeneración”, explica Luis Alberto y hace referencia a un poblado de la Argentina ganadera que no llega a los 10.000 habitantes. “Una vez le conté a un amigo que había venido y nunca más me dirigió la palabra”.

“Hace como 10 años pasé en moto por la puerta del campo y había un cartel que decía Reserva Naturista. Pensé que cultivaban plantas medicinales o algo así”, recuerda sobre su primer contacto con Yatan Rumi. “Como a los cinco años volví y ya decía Nudista, pero pasé igual. Luego de entrar me di cuenta de que estaba desubicado vestido, me desnudé y, al poco tiempo, me sentí cómodo, lo disfruté”.

Rubén Asensio tiene 65 años, es médico psiquiatra, y nudista. “Es una manera fuerte de poder mostrarse tal cual se es, rompiendo con estereotipos de belleza y entender que el cuerpo desnudo no es solo para el sexo”, explica con calma, pelo rubio y lacio hasta los hombros. “Vestido podés ser más agresivo que desnudo desde lo sexual”.

* "Es una manera fuerte de poder mostrarse tal cual se es, rompiendo con estereotipos de belleza y entender que el cuerpo desnudo no es solo para el sexo. Vestido podés ser más agresivo que desnudo desde lo sexual. " BRubén Asensio

“La reacción general con el nudismo es de querer hacer, pero no animarse”, afirma Asensio y recuerda su primera vez: “Fui a playa Escondida, estaba viendo cómo me animaba… hasta que llegó una familia, los padres de unos 60 años, la hija tendría 40, y se desnudaron con total naturalidad. Ahí me di cuenta de que no era para pensarlo tanto”.

Rubén hace 15 años que corre, incluso completó la maratón de Nueva York. Porque, no nos olvidemos, aún todos debemos reunirnos tras una línea de largada, desnudos.

La carrera

En Padasjoki (Finlandia) o en Tampa (USA), en Sesimbra (Portugal) o en Sopelana (España), en Australia, Dinamarca, el Reino Unido o Canadá, hay opciones para correr desnudo. Pero ninguna en Sudamérica más allá de Yatan Rumi. Podríamos hacer un análisis muy liviano sobre la moral cristiana de las excolonias españolas, pero lo cierto es que la madre patria es uno de los países con más carreras nudistas del planeta.

Más allá del calendario deportivo mundial, había llegado el domingo, eran las 11 de la mañana en las sierras cordobesas y poco más de 60 personas estaban listas para correr, dentro de una nube.

Quizás la naturaleza ese día tuvo pudor, quizás fue solo una coincidencia, pero lo cierto es que una nube cubrió las más de 1000 hectáreas de Yatan Rumi. Ni siquiera tuvo que bajar mucho, ya que el campo está a 1300 metros sobre el nivel del mar. Lo cierto es que la visibilidad no superaba los 20 metros. Los participantes llevaban pintado en el cuerpo su número de corredor: algunos en rojo, otros en negro. Lo único que podían llevar era calzado y corpiño, en el caso de que alguna mujer quisiera. Ninguna lo usó, pero también es cierto que la gran mayoría eran hombres y con el número en témpera negra.

* A la derecha, nuestro cronista y corredor Ezequiel Brahim con su trofeo. Diego Aráoz

“La verdad, otros años estuvimos más parejos con el color”, me reconoció Mario, sorprendido. Antes de pasarte el pincel, su pregunta era: “¿Tenés problemas de que se muestren fotos tuyas en las redes sociales?”. Si la respuesta era sí, usaba el color rojo. En caso contrario, pintaba de negro. La pregunta es algo ociosa porque ninguna red social va a permitir la publicación de fotos con genitales o pezones femeninos. Pero sí había un par de fotógrafos para retratar el momento, y luego esto se publicaría en el blog de Yatan Rumi. De todas formas, la nube funcionó como un blureo natural.

¿Cómo fue correr en bolas? La realidad es que ya lo había vivenciado los días previos y casi no hay diferencia con correr vestido. Y si la sensación de contacto con la naturaleza en medio de las sierras es muy potente, en la línea de largada estaba más en modo competitivo que debutante. Llevaba ganadas 50 carreras, incluso las seis últimas antes de llegar a Tanti, y no quería cortar la racha. Más aún, anhelaba, por primera vez, ganar una carrera desnudo.

Largamos. Eran 6 kilómetros para la distancia competitiva (los que solo querían ser parte sin cansarse mucho hacían 3 km), la nube nos envolvía y el circuito se metía por campos sin senderos marcados. Por momentos nos perdíamos un poco. Éramos decenas de personas desnudas corriendo desorientadas entre la niebla. Encontramos la salida a la primera vuelta y nos lanzamos por un camino de tierra para autos que entre subidas y bajadas perdía altura. Para quien le interese el dato deportivo, llegué a hacer un kilómetro en unos 3 m 20 s. En la mitad de la carrera empecé a quedar solo en la punta. Alcancé la última parte donde se subía a campo traviesa. Tenía el cuerpo empapado por la humedad, la elevación del terreno se notaba en la merma de oxígeno y en mi agitación. Me vi jadeando, bañado en un sudor cálido, saltando entre los pastizales, sin ropa, y el reflejo de cientos de antepasados salvajes atravesó mi cuerpo. Hasta que, al fin, crucé la llegada, primero.

Desnudo final

Como casi siempre sucede, la historia más interesante no es la del ganador. Luis se llama Luis y tiene 61 años. Corrió toda la vida. “Por placer nomás, pero hace seis años que me anoté a un grupo y empecé a competir”, relata. Un amigo, apodado “el Hueso”, lo había invitado a inscribirse en la edición del 2020. La iban a largar juntos, pero la pandemia prohibió la entrada a Córdoba y se suspendió la carrera. “No pudimos largar y quedamos en ir a la siguiente –recuerda Luis–, pero el boludo a los cinco meses se pegó un tiro en la cabeza”.

* Los participantes son fotografiados desnudos sin pudor.

“Vine a correrla por él”, agrega Luis, quien llegó a competir en distancias de 110 km en montaña varias veces. “¡Y poné que soy de Rafaela!”, me exige. También explica: “Cuando se enteraron en mi entorno todos me apoyaron, ya saben que estoy medio loco y siempre les suelo caer con algo raro. Correr vestido o desnudo es casi lo mismo, solo que te sentís más libre. Voy a tener que volver”.

“Para conocer el nudismo es necesario desnudarse”. Así de sencillo lo explica Florencia Brener, abogada, artista plástica y, como ella misma define, con más de 70 años. También una de las fundadoras de Apanna (Asociación para el Nudismo Naturista Argentino). “Es una sensación imposible de describir con palabras. Nosotros brindamos todo el asesoramiento posible, pero la experiencia solo puede ser personal”.

Esa experiencia fui a buscar para contarte a vos que leés, probablemente vestido, esta crónica. Y descubrí que por más que escriba, la experiencia hay que vivirla. No pensé que iba a sentirme tan cómodo, yo que toda la vida me mostré vestido. No fui consciente de cómo nos condiciona la ropa hasta que me encontré desnudo. Podría seguir un rato más escribiendo conclusiones, pero prefiero dejar, más que certezas sobre el nudismo, curiosidad.

Mark Twain escribió hace un siglo su encantadora obra El diario de Adán y Eva. En el desenlace de la historia, que podría ser esta historia, dice más o menos así: “Ya muchos años después, expulsado del Edén y perdida la gracia divina, Adán afirmó: «El paraíso estaba donde estaba ella, desnuda»”.

https://www.lanacion.com.ar/revista-brando/yatan-rumi-cronica-de-la-tradicional-carrera-nudista-en-las-sierras-cordobesas-nid04012022/

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