Heliópolis celebrará su 90º aniversario en 2022. Tras llegar a la Isla de Levante en 2021, Pfeff se ha enamorado de este mágico lugar, y nos cuenta por qué en Naturisme Magazine. En un reportaje en tres partes, iniciado en el número de octubre (nº 73), que nos llevará hasta el verano de 2022, para las celebraciones oficiales del aniversario. Aquí está la primera parte.
Son las 4 de la mañana, estoy sentado en esta cama, la de nuestro pequeño estudio alquilado en la isla del Levante, la luna brilla sobre el cuerpo desnudo de Sylvie que está tumbado a mi izquierda, la mosquitera que rodea la cama corta el ligero soplo de aire, hace calor a principios de septiembre.
No puedo dormir porque mañana tenemos que dejar la isla y es un desgarro insoportable, porque para mí la vida aquí es un hecho.
Porque la isla es excepcionalmente bella, tiene un aire exótico, el mar está protegido y es increíblemente cristalino con sus reflejos turquesa y sus profundos azules ultramarinos, por supuesto que es todo esto y me gusta, pero es sobre todo por la libertad única que reina aquí, una cosa es el naturismo y otra el naturismo en Levante.
Aquí, la libertad de ser es algo adquirido por todos, sin juicios, ya sabes los que tenemos que afrontar cada día en nuestro mundo lleno de creencias y prejuicios gimnásticos.
Esos automatismos que guían nuestras acciones a pesar de nosotros mismos, que tienen tal arraigo que ya no les prestamos atención, tanto que forman parte de lo que creemos que es normal.
Acabamos de pasar una semana aquí sin llevar nada de ropa, en una facilidad cotidiana tan cómoda, una vida en la que tenemos derecho a ser quienes somos y en la que nuestro cuerpo no es juzgado, en la que nuestra apariencia ya no importa y en la que todos somos iguales, puede parecer ordinario, pero hoy: ¿serías capaz de nombrar un solo momento en el que no seas presa de ningún juicio por parte de los demás? ¿Donde no se detalla, se analiza y se juzga tu atuendo? Y no hablo de tu aspecto físico que te cataloga para el resto de tu vida, eres, somos todos = gordos, flacos, altos, bajos, retorcidos, feos, etc, etc.
Lo fundamental para mí es que esa obligación civil que nos obliga a vestirnos como un buen soldadito "civilizado" ya no se aplica aquí, somos totalmente libres de ser lo que somos, somos reales, yo que siempre he buscado la verdad, no puedo soñar con nada mejor que esta isla... Cuando es verano: hace calor por la noche, hace calor durante el día, ¿para qué molestarse con la ropa cada mañana? ¿Ropa para salir a pasear, ropa para ir de compras, ropa para ir al restaurante e incluso ropa para ir a nadar? Cuando la prenda más práctica y más cómoda es nuestra piel... no hay mejor calzado que nuestros pies... y entonces toda esa ropa llena rápidamente las maletas y lo complica todo.
Sigo sin poder dormir, mañana tendré que dejar este paraíso, este edén donde se vive cada momento de la manera más sencilla, me gusta esta sensación de no tener nada que ponerme por la mañana al salir de la cama, de no necesitar ninguna bolsa, ningún papel, ningún bolso, aquí te dan crédito hasta que te vas, porque a ningún naturista le gusta cargar con nada, no tener que preocuparse nunca de olvidar nada antes de salir del estudio, es un detalle, pero qué detalle, en una semana te olvidas de ese condicionamiento social que se ha convertido en instintivo en el mundo textil y cuando tienes que volver a encontrarlo te das cuenta de lo que pesa en la vida cotidiana...
Te sientes tan bien: al olvidarte de la ropa te olvidas de un montón de cosas, te olvidas de tus preocupaciones, despejas tu mente...
Todo el mundo ha experimentado alguna vez el estrés, o ha soñado con que le pillen desnudo, con sentirse ridículo, aquí lo ridículo es la ropa, porque no es nada natural...
Puede parecer una tontería, pero intente, si no lo ha hecho nunca, vivir al menos 4 días consecutivos sin llevar nunca ropa y entenderá rápidamente lo que se siente, esa indescriptible sensación de liberación que está enterrada en nosotros pero que hemos olvidado.
Estoy pensando, no puedo dormir, mañana nos vamos, vamos a cruzar ese brazo de mar que nos separa del mundo convencional, desagradable y estereotipado...
Tenemos que cruzar este brazo de mar para volver al ruido, al tráfico, tenemos que deslizarnos entre estos cuerpos ocultos, velados, sugeridos, pero siempre ausentes, para fundirnos en esta multitud en medio de toda esta gente que sólo tiene una cabeza.
Me duele, ya me veo, envuelto en estas telas, estos elásticos, estas sensaciones de estúpido escondite... que no se vea, ya lo sé por ahí: que se vea aunque sea una nalga y es la risita, la burla de patio, quizás hasta los insultos, cuando no es una queja.
Cada vez me resulta más difícil soportar esta falta de comprensión, de madurez ante la desnudez, como si no estuviera en el orden de las cosas, como si fuera obsceno e insoportable, todos nacemos desnudos, me parece... Todos estamos desnudos bajo la ropa y sabemos que son esas malditas ropas las que han generado todas las frustraciones, todas las perversidades, todos los tabúes, todas las faltas sexuales, por no hablar de las divisiones sociales en las que nos clasifican, etc.
No puedo esperar más al sueño, veo el sol asomando por el horizonte sobre el mar, me levanto sin hacer ruido, me escabullo bajo la mosquitera, decidida a disfrutar de este último día de desnudez... Sylvie refunfuña y se echa la sábana encima, pero no se despierta, salgo de puntillas, las baldosas me dan una apariencia de frescor...
Abro la puerta, ¡maldita sea, cruje! Lo cierro detrás de mí, subo las escaleras del pequeño jardín de suculentas que hay detrás de la casa, para llegar a la puerta de entrada, está abierta, ¡uf! Así que no hay ruido, bajo mis pies ahora el suelo de hormigón que conduce a la plaza del pueblo: ¡Heliópolis! mi Amor: mañana te dejo y mi corazón sangra, paseo por la plaza: nadie a esta hora, me acerco a la estela conmemorativa erigida en honor de los dos hermanos Durville, médicos naturistas que fundaron este paraíso en 1931 y que desde entonces los naturistas de buena voluntad defienden con uñas y dientes contra los promotores que querrían transformar este paraíso en una Marina bling bling...
Mañana ya no estaré aquí, esta semana ha pasado como un sueño, tan rápido, tan furtivo, ya echo de menos la isla y siempre la echaré de menos, lo sé de sobra, para mí vivir aquí permanentemente es tan jubiloso, porque todo lo que odio ha sido desterrado aquí: el tráfico rodado y su violencia, las industrias, las tiendas en abundancia, las calles electrificadas que brillan por la noche, y sobre todo, sobre todo, la dictadura de las apariencias que aquí no tiene sentido...
Aquí, uno es lo que es y nada más, tomo la carretera de la Aygade para bajar al puerto, en el camino me cruzo con un chico joven que está corriendo, aunque sin aliento, me saluda:
"Hoy va a hacer mucho calor, hay que aprovechar la mañana...
"Tienes razón, pero me voy hoy".
Tienes razón, pero me voy hoy" "¡Oh, mierda! ¡Bueno, nos vemos el año que viene!
Ojalá, pero nada menos seguro... Fue un viaje excepcional, fuera de precio para nosotros que tenemos tantas dificultades para llegar a fin de mes, recuerdo todos los momentos maravillosos pasados aquí, recuerdo la primera noche del lunes cuando estábamos disfrutando de nuestra llegada, nos habíamos instalado por casualidad en la sala panorámica de un restaurante, Estaba exultante, de hecho la isla de Port Cros destacaba en negro sobre un mar dorado, como lo hubiera hecho el volcán de Paléa Kaménie...
(Continuará en los números 74 y 75 de la revista Naturisme)
https://naturisme-hebdo.fr/
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