El nudismo de la ‘Freikörperkultur’ (FKK), arraigado en Alemania desde hace un siglo, empieza a declinar aunque los muy adeptos resisten
* En el Báltico. Nudistas en la playa de Warnemünde junto al cartel de inicio de la zona FKK, hace unos años ullstein bild / Getty
María-Paz López, Berlín. Corresponsal. En una plácida tarde de un domingo de agosto, en una orilla de Krumme Lanke, un lago del oeste de Berlín, los bañistas sestean bajo un sol que calienta pero no aprieta. Hace años que en este sector del lago cohabitan nudistas, señoras en topless y gente en bañador, sin que a nadie se le mueva una ceja. El nudismo alemán, o naturismo, o en puridad Freikörperkultur (FKK), es decir, cultura del cuerpo libre, goza de una larga tradición en este país desde que empezó a practicarse en el tránsito del siglo XIX al XX.
Sin embargo, este verano, expertos y observadores del fenómeno han lanzado voces de alarma. La verdad desnuda, se duelen, es que la FKK languidece. Para los adeptos, ya no es fácil acudir a una playa del mar Báltico y zambullirse en cueros sin más –las zonas FKK son cada vez más pequeñas, algunas ubicadas junto al sector donde se permiten perros–; hay temor a ser fotografiados por cualquiera con un teléfono móvil y que la imagen acabe en las redes sociales; la dictadura publicitaria y social de los cuerpos perfectos ejerce cada vez más influencia; y los nudistas de toda la vida están envejeciendo.
Ser nudista es ahora más complicado
Las zonas FKK se reducen, y hay temor a las fotos con móvil y a la presión del cuerpo perfecto
Ciertamente, en el sector mixto textil-FKK del lago Krumme Lanke de esta tarde de agosto, los nudistas son en su mayoría hombres y mujeres manifiestamente mayores de 50 años, varios con aspecto de tener 60 o más.
A finales del pasado julio, el reputado sociólogo de la sexualidad Kurt Starke, de 81 años, abrió el debate al sentenciar que en Alemania “la FKK ya no es una tendencia en absoluto; la historia del nudismo ha entrado en una nueva etapa”. Según Starke, los signos distintivos de este periodo son la insignificancia y un nuevo tabú sobre la desnudez, resultado de la presión de un estereotipo de belleza física cada vez más inalcanzable, que ahora rechaza de plano el vello corporal, incluido el vello púbico. “El nudismo se ha quedado de alguna manera anticuado”, concluye Starke.
El declive se detecta en las cifras de inscritos en asociaciones naturistas, aunque es obvio que hay gente que practica el nudismo por libre, y por tanto los seguidores pueden ser muchos más. La Federación Nacional de FKK –que agrupa a las asociaciones regionales y que en este 2019 cumplirá 70 años– tiene 32.000 miembros, la mitad de los que tenía en 1980. Pero es que en los años veinte del siglo pasado existían en Alemania muchas asociaciones naturistas, que llegaron a sumar 100.000 socios; y había decenas de revistas y películas dedicadas a la Freikörperkultur.
* Años cincuenta. Un letrero en una playa del mar del Norte señala la zona acotada para la FKK ullstein bild Dtl. / Getty
Décadas después, la FKK adquirió popularidad en la antigua República Democrática Alemana (RDA) comunista, y de hecho aún hoy los alemanes del este mantienen la reputación de tener menos tabúes al respecto. “En la RDA, el nudismo no fue ni prohibido ni incentivado; se podría hablar de un consentimiento tácito –aclara el historiador Stefan Wolle, director científico del Museo de la RDA de Berlín–. El SED [partido único comunista] dio a la gente esa poca libertad para que notaran menos la pérdida de libertad política, y así fue como el naturismo se extendió más en la RDA que en la República Federal”.
Otro signo distintivo es que en la Alemania occidental, el nudismo se practicaba sobre todo dentro de asociaciones con reglamentos muy precisos, mientras que en la Alemania comunista apenas había clubes, ni tampoco playas o lagos separados. La gente, desnuda o en bañador, cada cual en su toalla, se bañaba y tomaba el sol en los mismos sitios.
“En la actualidad y desde hace años, el movimiento se ha ido estancando, sobre todo en los länder occidentales, pero quienes lo siguen son muy entusiastas, y en concreto en Berlín en los últimos 3 años estamos mejorando”, contraataca Christian Utecht, presidente de la asociación regional de FKK de Berlín y Brandemburgo, que tiene 3.300 socios. La asociación posee un terreno en el campo, donde sus integrantes pueden tomar el sol y refrescarse a sus anchas con total privacidad, y donde se organizan carreras, mercadillos y campamentos de verano, todo en completa desnudez, salvo chanclas o calzado deportivo. En sus filas hay de todo: octogenarios, familias con niños, gente madura... y todavía pocos jóvenes, lo cual él atribuye a los ideales de perfección anatómica de la sociedad actual. La FKK es un formidable igualador social, defiende Utecht, quien roza la sesentena. “Nunca sabes si la persona que está desnuda en tus inmediaciones es médico o aparcacoches”, reflexiona.
Diferencias entre este y oeste
El nudismo era más popular en la RDA; el régimen comunista daba a la gente esa poca libertad
Esa vocación igualitaria está en los orígenes del movimiento, que arrancó en Alemania en 1898 y se expandió pronto, sobre todo en las costas del mar del Norte y del mar Báltico, y en los lagos en torno a Berlín. Aquel naturismo primigenio no tenía nada de sexual –no lo tuvo nunca después, ni lo tiene ahora–, sino que predicaba la liberación de los dictados sociales, el refugio en el contacto directo con la naturaleza –sin ropa, sin pajarita, sin corsés–, y la búsqueda de la salud. “La Freikörperkultur, también conocida como movimiento nudista o naturista, formaba parte de un movimiento de reforma del estilo de vida, que tuvo un papel hacia el año 1900 –prosigue el historiador Wolle–. Políticamente tendía a la izquierda, y fue también respaldado por socialistas y comunistas. Un ejemplo es el escritor comunista Friedrich Wolf, cuyas obras se representaron antes de 1933”.
El régimen nazi prohibió la FKK, pero hubo bastantes asociaciones que se adaptaron al nacionalsocialismo, expulsaron de su seno a judíos y disidentes, y se integraron en una nueva federación “de disciplina física” en la que el nudismo era factible. Recuerda Stefan Wolle que “la ideología nazi cultivaba un culto al cuerpo, como por ejemplo se aprecia en los filmes olímpicos de Leni Riefenstahl”, y concluye que, por motivos de ideología racial, el nazismo acabó mirando a otro lado.
De vuelta en el siglo XXI, y pese al retroceso que detectan los expertos, en Berlín no es raro ver a nudistas tomando el sol en el Tiergarten o en lagos como Krumme Lanke, mientras que en Munich hay áreas reservadas en el Jardín Inglés, y las asociaciones regionales se atrincheran en sus locales y terrenos. “En nuestras instalaciones no está permitido hacer fotos; así los socios están tranquilos, porque los móviles se han convertido en un problema cuando se hace nudismo fuera del recinto, está el riesgo de que alguien te haga fotos sin que te des cuenta”, lamenta Christian Utecht. Quizá por eso en los clubs el porcentaje de mujeres suele superar el 50%, porque ahí dentro está garantizada una atmósfera de privacidad.
* En el lago. Gente bajo el sol sin bañador hace algunos veranos en el Grillensee, un lago cerca de Leipzig WALTRAUD GRUBITZSCH / Getty
“El futuro del movimiento naturista será la diversificación, ampliar la oferta de actividades en las asociaciones, y sobre todo, ser consecuentes; no puede ser que para conseguir socios se permita a algunos participar sin desnudarse del todo”, argumenta Julian, de 33 años, psicólogo y presidente de la Asociación Familiar Deportiva Adolf Koch. Esta asociación del barrio berlinés de Kreuzberg, que lleva el nombre de un temprano teórico naturista, predica esa diversificación proponiendo diversos deportes en plena desnudez: natación, gimnasia acuática, bádminton, fútbol, voleibol, yoga, y tenis de mesa, entre otros. Utilizan en cada caso instalaciones del distrito. Con esos mimbres, la asociación tiene ahora 84 socios –muchos relativamente jóvenes–, de los que el 15% son mujeres; y ha crecido desde hace tres años.
A última hora de la tarde de un día laborable, en una sala del centro cívico Familienzentrum de Kreuzberg, Mike, de 30 años, físico de formación, se prepara para dirigir una sesión de body awareness (conciencia corporal). “Hay que probarlo para comprender la sensación de libertad que da al cuerpo”, sentencia Mike, ya desprovisto de toda indumentaria. En la sala hay cinco hombres –entre ellos Julian– y una mujer, ya desvestidos y descalzos. Todos lucen un bronceado integral, señal inequívoca de práctica de FKK al aire libre. Los ejercicios que realizan, bajo una música suave, no difieren de cualquier otra sesión de esta disciplina… salvo por la desnudez. Tampoco aquí se permite sacar fotos.
“El fotógrafo Norbert Sander viaja por toda Alemania para documentar el naturismo, y a él sí se le abren las puertas porque es de fiar –explica Julian–. Pero sobre todo los jóvenes, y más las mujeres, tienen miedo de los móviles, de ser fotografiados sin darse cuenta y de que los compañeros de trabajo se enteren”. Él mismo es selectivo a la hora de desvelar a según quién que es nudista. Ni él ni Mike dieron sus apellidos.
Sobre el futuro de la FKK, Julian cree que debería desburocratizarse. En algunas asociaciones de länder occidentales, temerosas de que acuda gente en busca de sexo, hay requisitos para ser socio: sólo familias con niños, o sólo parejas heterosexuales, o no se permiten tatuajes ni piercings… “Todo eso no encaja con el mundo contemporáneo”, protesta Julian, para quien el declive de la FKK es sólo una media verdad, aunque sea desnuda.
https://www.lavanguardia.com/vida/20190818/464131146930/nudismo-naturismo-alemania-fkk-tradicion.html
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