Navegando por los blogs de naturismo encontré una historia muy interesante. Lo contó una norteamericana durante un viaje a Tailandia, donde también conoció a una pareja naturista.
Según su relato, tenía un grave problema de aceptación del cuerpo. Dice que fue avergonzada por un grupo de personas en una playa y desde entonces tuvo miedo de ir a la playa. Detalle: era una playa de gente vestida, y ella estaba vestida.
Como no pudo superar su miedo, buscó la ayuda de un especialista. El psicólogo le hizo una sugerencia inusual: ¿por qué no ir a una zona naturista, donde todo el mundo está desnudo?
Al principio le pareció extraño, pero aceptó la idea e invitó a una amiga a visitar un complejo naturista, donde pasarían el día. Entre risas, recuerda que cuando llegaron, mientras su amiga aún se quitaba los zapatos, ella ya corría desnuda por la naturaleza. "Fue liberador".
La experiencia fue tan buena para ella que llegó contenta y le contó la noticia a su marido. No le gustó nada oír que su mujer había visto a otros hombres desnudos y que la gente la había visto desnuda. La situación se volvió tan incómoda que unos meses después se divorciaron.
Y ella, felizmente, encontró una nueva forma de vivir su vida.
Este relato no es ficticio y representa la historia de muchas personas. Desnudarse en público es una experiencia que ayuda a romper tabúes y a aceptar el propio cuerpo. Todos somos perfectos, independientemente de nuestro aspecto.
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