Según ciertas investigaciones sobre el comportamiento de los sistemas adaptativos inteligentes, se ha determinado que los sistemas cambian y se auto-organizan al entrar en crisis momentáneas (un choque para el sistema donde pierde el equilibrio, la integridad y la identidad por un breve momento). El resultado es que cambia y se reestructura en un sistema que se adapta mejor a su entorno. El cambio y la evolución continuos ocurren a través de grandes o pequeñas crisis y `revoluciones’.
Una analogía obvia con lo anterior es la crisis de la vida humana. Cuando atravesamos una crisis, no estamos experimentando una falla que necesita ser corregida, sino más bien viviendo una oportunidad de “re-estructurarnos” y salir como individuos más fuertes y más adaptados a las corrientes y problemas de la vida.
Una crisis muy a menudo hace añicos la “realidad” del individuo. Puede ser tan perturbador que toda la realidad parece desmoronarse. En muchos sentidos, esto puede ser algo realmente positivo. En nuestra vida construimos todo tipo de creencias, apegos e ideas que son ilusorias en el mejor de los casos. Algunos de ellos se fortalecen a medida que se refuerzan con las decisiones que tomamos y las experiencias que tenemos.
Estas realidades o ilusiones fabricadas pueden estar tan profundamente arraigadas que sólo puede ser necesario un “choque o crisis del sistema” para atravesarlas. De hecho, la crisis hace que la persona se sienta desnuda. Despojadas de mundo, se da cuenta de lo profundamente apegadas que estaban a algo nada auténtico e irreal.
Cuando alguien atraviesa una crisis, cambia su perspectiva de la vida. Aquellas cosas y creencias que alguna vez fueron sostenidas como “sacrosantas” son cuestionadas. Con este cambio fundamental de valores y de perspectiva, tenemos la oportunidad de descubrir nuevos significados y perspectivas a nuestro alrededor. Cambiamos nuestro lenguaje de vida, lo que puede hacernos fluir y familiarizarnos con experiencias que nunca antes habíamos tenido en cuenta.
Por supuesto, el cambio es el matiz positivo de cualquier crisis de vida, como se señala en la idea de los choques del sistema. Una crisis puede sacudirnos hasta la médula, pero aunque su paso puede ser oscuro y doloroso, puede resucitarnos a nuevos comienzos y transformarnos.
En nuestra hora más oscura nos enfrentamos a nuestros mayores demonios que finalmente se traducen en nuestros miedos más profundos. Los miedos pueden perseguirnos a lo largo de toda nuestra vida. Sin los pasajes críticos de la vida como las crisis, no tendríamos la oportunidad de enfrentarnos cara a cara con nuestros más profundos miedos, y aquí es donde reside la mayor oportunidad de superarlos.
Rompiendo ilusiones y superando miedos, usted está pasando por un reinicio completo del sistema. De hecho, la crisis puede ser un proceso de limpieza muy completo. Por supuesto que no se siente nada bonito cuando lo estás atravesando, pero una vez que pasa la tormenta logras ver la vida con otros ojos. A veces una crisis puede ser considerada una segunda muerte (o una muerte del ego) y con la muerte viene el renacimiento.
Las crisis de vida no siempre son totalmente perturbadoras. Puede haber pequeñas crisis de la vida que no son lo suficientemente fuertes como para reiniciar tu sistema y construirlo desde cero, pero lo suficientemente fuertes como para ser capaz de pelar las capas de piel vieja. Te endurece, te hace más flexible y se adapta mejor a muchas de las cosas que te molestaban. Experimentas una apertura, emocional y a veces espiritual, que te sincroniza con una parte más profunda de tu ser.
Las crisis pueden ser sobre todo pruebas. En esos momentos en los que uno se siente completamente perdido y herido, hay oportunidad de ser probado. Recuerda que las crisis también pueden ser vistas como una iniciación a la vida – una prueba o desafío que puede llevarte a un nuevo nivel de ser. En última instancia, te hace más fuerte, no porque hubiera “endurecido tu piel” como algunos suponen, sino por el contrario, porque te hace más flexible y abierto a las tormentas venideras.
El punto sobre la apertura de hecho apunta a otro beneficio oculto. En el primer punto mencioné cómo la crisis puede romper nuestras ilusiones. Las ilusiones pueden ser tanto sobre nuestra vida externa como sobre la interna. Podemos tener muchas ilusiones sobre nosotros mismos, como imágenes o identidades no auténticas de nosotros mismos. Romper esas ilusiones y ser más abiertos nos llevará a un aspecto más cercano y verdadero de nosotros mismos.
Incluso los personajes más rudos pueden ablandarse en medio de una crisis de vida. Nos damos cuenta de lo frágiles y sensibles que somos. Entendemos la importancia de la atención y el amor de los demás, pero lo más importante es que nos damos cuenta de lo importante que es darlo a conocer. Una crisis puede ser una gran oportunidad para reconciliarnos con nuestro pasado y con nosotros mismos. Nos sacude hasta la médula y a menudo comprendemos plenamente cómo éramos de “rígidos” y nos cerramos para amar detrás de la máscara de nuestras carreras, de nuestras personalidades sociales o de nuestras imágenes de nosotros mismos.
El verdadero desafío de una crisis de vida es dejar ir y confiar. Es contradictorio dejar ir y confiar en el momento en que nos sentimos más vulnerables, golpeados o traicionados por la vida, pero ahí está el desafío. Sin embargo, Dejar ir y confiar resulta el mayor y más gratificante beneficio de cualquier crisis.
Cuanto más resistimos, más difícil será el paso. Es un poco como cuando estás flotando en el mar y las olas vienen hacia ti. Si luchas, tus músculos se ponen rígidos, pierdes mucha energía y aliento y eventualmente te arriesgas a hundirte. Al dejar ir y relajarse es más fácil mantenerse a flote.
Sobretodo, aunque te sientas de la peor manera, no dejes de agradecer la crisis de vida que tienes, porque en definitiva te llevará a convertirte en tu verdadero YO y a ser tú mismo!
Por: Loubna Hatem ∼
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