Perdemos nuestros lugares. A cada año que pasa, los nudistas vamos despidiéndonos de playas que, en nuestro país, siempre han tenido una trayectoria nudista constatada.
El bañador nos va comiendo terreno. Poco a poco, aunque de manera constante e implacable.
Playas como la de Ambolo, en Xàbia, o el Moraig, en Benitatxell, están ya repletas de turistas con bañador...
Otras calas de Menorca, donde siempre han existido para uso tradicional nudista, o en algunas playas de Cabo de Gata, ya hay cada vez más usuarios que no se desnudan.
En Cantarriján estaba ocurriendo lo mismo: la masividad del textilismo en detrimento de la desnudez. Pero trabajamos a diario de mil
y una formas posibles para volver a equilibrar la balanza a nuestro favor. Y se va consiguiendo. Paso a paso.
Y aunque el ideal al que aspiramos los nudistas es el de poder estar desnudos en cualquier playa, campo, río, pantano o espacio público sin que nos busquen problemas, sabemos que no es tarea fácil. Por mentalidades, políticas y ordenanzas que, cada vez, nos van limitando más.
Se trabaja en éste sentido, y mucho, por parte de bastantes de las asociaciones naturistas que tenemos. Pero es tarea de todos el proteger y fomentar, con nuestra presencia, estos importantes enclaves que nos quedan y que están dispersos por toda la península y los archipiélagos.
El nudismo te necesita y es importante caminar juntos, unidos. Perder nuestros miedos al “que pensarán si me ve un conocido”, deshacerse de vergüenzas y del tabú que para muchos es el desnudo social. Autolimitarnos, también limita nuestro derecho a la desnudez.
Aún quedan algunos meses para volver a acudir a las playas, pero llenémoslas de nuevo de pieles sin complejos, curtidas en arena y sal.
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