Entro en el campo. Contemplo el mar. Viene a la gente. Están desnudas, risueñas, como si vinieran por primera vez la Estrella de la mañana.
Soy escritor y, muy despacio, en la otra esquina, un abogado. Mi cuerpo se identifica, a pesar de delgado, con el de esas personas. Aquí en la soja un insecto repugnante. Ve a niños a gusto, con sus padres y otros compañeros. Jugar en la inocencia de la desnudez, en compañía de jóvenes, viejos, parejas, solteros.
Sí, este es el paraíso de la felicidad, a pesar de los obstáculos en el mundo que los aguarda allá afuera donde, además de la ropa, van a vestir sus viejos problemas. La brisa recorre mi cuerpo por entero, siento una fragilidad y un bienestar, por más paradójico que sea esta afirmación para mi ser. Max Brod me habló de este lugar. Estar desnudo para mis padres era un desacato terrible a la moral. Veo, en este momento mágico de mi existencia, que mis progenitores estaban equivocados.
La desnudez, de esa forma natural, naturista, es un estado del espíritu, como si una catedral gótica, con sus luces perpetradas a través de sus vitrales, forme fragmentos de la naturaleza deslumbrante que cubre la Tierra, y que insiste en subsistir al avance de la urbanidad.
Mi cuerpo desnudo visto por ojos de otros cuerpos sin vestiduras, revise un aura incandescente, que ofusca la balanza de la justicia falsamente moralista. Tal vez éste sea el tratamiento que redimirá a la humanidad de sus actos crueles.
La desnudez revolucionará el mundo, demostrando que es posible una fraternidad de iguales, es decir, de cuerpos diferentes, bajos y altos, magros y gordos, luchando contra los rótulos ridículos de las consideraciones sobre vergüenza de esta carcasa llamada cuerpo humano.
Y en el caso de que se trate de una de las más importantes de la historia de la humanidad, se ha convertido en una de las más antiguas del mundo. Europea.
Aprender con estos niños que la libertad puede comenzar con un cuerpo desnudo, sin ser visto como objeto para deleite de mentes atrofiadas por el "avance" melancólico de la civilización. El estar desnudo, ahora, recompone lo que ha perdido en mi ser, la es, la capacidad expectativa de absolverme de los juicios de seres exógenos, de personas que acusan, que apuntan el dedo en riste en la dirección de alguna libertad.
En este espacio natural, naturista, mi desnudez está libre de estos acusadores atroces. No hay condenación, estoy desnudo y libre, con toda esa gente también desnuda y libre. En el caso de que se trate de una de las más importantes de la historia de la humanidad, se puede decir que,
Es como si saliera de mi cuenta uterina y arriesgara mi desnudez en las ropas marcadas por las heridas del tiempo, tiempo vestido industrialmente, con su olor de humo y de moda. Soy Franz Kafka, ahora desnudo y feliz, más tierno textil y desgarrado de sus sueños acalentadores. Distanciado y, al fondo de este hermoso paisaje del campo nudista, los desnudos niños acentuan para mí, como si presionáis que voy triste, vestido de una nada abisal.
En el caso de que se trate de una persona que no sea de su familia o de su familia, la persona que se encuentre en el lugar de la muerte. Por hoy es eso, solo y todo eso.
Nota: Franz Kafka realmente frecuentó campos de nudismo que en la década del veinte del siglo pasado eran comunes en Alemania en Austria después de los avances de las clínicas de helioterapia (tratamiento por los rayos del sol). A pesar de que este texto es una ficción, es importante saber que uno de los mayores escritores de todos los tiempos fue un naturista, aunque por poco tiempo.
La información sobre Kafka y el naturismo pueden ser verificadas en las obras, que formaron el subsidio básico para el autor del cuento leído: Kafka, Vida y Obra, de Leandro Konder, de la editorial Paz en Terra; "La Pesadilla de la Razón: una biografía de Franz Kafka", de Ernst Pawel, de la editorial Imago.
Por Jorge Bandera, editora N. Equipo LOS NATURISTAS
http://osnaturistas.com/es/noticias/um-conto-naturista-kafka-no-campo-de-nudismo/
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