sábado, 12 de diciembre de 2015

LA DESNUDEZ FÍSICA Y LA DESNUDEZ MORAL (PARTE 3) ESPAÑA

Tartufos, sylocs y mojigatería

Si en el resto de Estados europeos la principal oponente al desnudismo fue la Iglesia Católica, en el Estado español, evidentemente, alcanzó su máxima expresión. Escasas voces clericales fueron excepción, como la del pastor ginebrino Henri Huchet que a los setenta años se hizo desnudista, separando las normas bíblicas de las de la Iglesia; o la del sacerdote ya mencionado, Juan Angelats. Angelats quiere conjugar, dentro del cristianismo, la creación divina del hombre desnudo en su entorno vital y la posterior degeneración de este estado a consecuencia del pecado original. Angelats cree que se cumple con ambas mediante el uso de vestidos holgados y ligeros, no ofensivos a la modestia, con baños de aire o de agua al levantarse o al acostarse, como mínimo. Las ideas básicas que subyacen en ambos es que la exaltación del cuerpo desnudo no es paganismo, sino recrearse en la obra de Dios, y que dicha exaltación está lejos de cualquier concupiscencia propia del carnivorismo y otros vicios ajenos al vegetarismo; una visión ascética5.
Para los libreculturistas, el conjunto de acérrimos contrarios eran los tartufos, los sylocs y la mojigatería. La falsedad de una moralidad tartufa que convierte al cuerpo en un foco de suciedad y represión sexual, en nombre de una única verdad que provoca lo que dice evitar. Los cambios de signo en los Gobiernos republicanos y el establecimiento de las censuras locales dieron ocasión a acciones contra el desnudismo. Una de las primeras fuer la retirada por la policía del primer número puesto a la venta de Natura, por orden del fiscal en el Madrid de 1932; mientras unos meses después, en julio, es prohibida por el gobernador la representación de la comedia nudista La vida sin velos en el Ateneum Club de Sevilla. Otro ejemplo posterior es la prohibición por el gobernador en Barcelona, en 1935, de la exhibición de películas de gángsters y… las desnudistas. Ilustra el tartufismo el artículo de Enrique Cortezón, «El culto al desnudo» (1932), donde relata las dificultades de los grupos naturistas barceloneses, cuyas salidas al campo eran interrumpidas por cazadores y otros mirones provistos de gemelos de largo alcance, o cuando en un terreno cerrado los chiquillos se encaramaban al cercado6.

El pudor no es natural, es social

Una de las conclusiones del estudio de Herbert Braune sobre la evolución histórica del sentimiento del pudor es que éste no es de origen natural, sino social. Con el título «Sobre la sociología del pudor» (1932), Braune considera que en los orígenes de la humanidad no había necesidad de vestidos al ser lugares cálidos; por otra parte, la propiedad era comunal y existía la poligamia. Cuando se empiezan a cubrir partes del cuerpo es por cuestión de distinción social o vanidad, apareciendo con ello el pudor pero asociado a la sexualidad, pues, por ejemplo, podían cubrirse sólo los pies.
Para Braune, cuyo argumento básico son los cambios económicos, la seden-tarización lleva a la propiedad privada y al intercambio en el mercado. Aparejado a ello va la necesidad de la monogamia para que la mujer cuide del hogar y la crianza de los hijos, con lo que empieza su esclavitud. Su posesión absoluta por parte del hombre la obliga a la castidad, cubriéndose de los otros hombres las partes del cuerpo deseables: el pudor sexual ante la desnudez.
En Grecia –prosigue– no se avanza nada, a pesar de la desnudez en gimnasios, pues estaba orientada hacia una forma física para la procreación y la guerra. Fuera de ello la situación de la mujer era la misma.
En el capitalismo, con la incorporación de la mujer al trabajo, ésta se libera de la dependencia económica del hombre y éste ya no tiene ningún derecho a exigirle este pudor. Además, con la libertad femenina, las relaciones amorosas pueden desarrollarse en mayores grados de evolución por la igualdad que comporta entre hombres y mujeres. En palabras del autor:
El verdadero amor, desligado de las cosas materiales, sólo así podrá desplegarse. El pudor, medio por el cual el hombre se aseguraba la mujer, no será necesario en el futuro […] El sentimiento del pudor es un producto social. Fuerzas sociales están ahora trabajando para eliminarlo7.
Fuente
  • Libro: «La vuelta a la Naturaleza», capítulo V, Virus Editorial, Colección Memoria, octubre 2003
  • Autor: Josep María Roselló

No hay comentarios:

Publicar un comentario