El 25 aniversario de la única playa nudista de Chile a través del relato de su fundador: “En un comienzo era una actividad ilegal y secreta, hoy es algo natural”
Playa Luna es un proyecto que comenzó en el año 2000 con la intención de crear una playa nudista en Chile. Hoy, 25 años después, su creador habla de cómo creció y lo difícil que sería crear otra playa similar en Chile.
Por Manuel José Montes
Versión original en español del 25/02/2018: https://www.theclinic.cl/
El 1 de febrero de 2000, hace exactamente 25 años, el fotógrafo René Rojas fundó Playa Luna, la primera playa nudista del país. En aquellos años, el divorcio aún no era legal en Chile, el matrimonio entre personas del mismo sexo no existía y Spencer Tunick tardó dos años en tomar fotografías de 4.000 chilenos desnudos en el centro de Santiago, poniendo el cuerpo en primer plano en una sociedad aún marcada por los restos conservadores de la dictadura.
La idea de Playa Luna nació en realidad a finales de los años 90, lejos de la Chile, en un país donde la desnudez y la libertad del cuerpo son parte de su identidad: Brasil. Fue allí donde René Rojas visitó sus playas tropicales y descubrió una costumbre que le gustó tanto que decidió traerla a Chile. Al entrar al mar sin ropa, sintió una sensación única, casi catártica. La piel desnuda, el agua y la sal se convirtieron en una experiencia inolvidable que, estaba convencido, debía ser importante.
En Chile, Rojas le contó la idea a su padre, quien le dijo que estaba loco. Para intentar convencerlo de que su idea era buena, lo llevó a Brasil. Allí ambos se desnudaron y entraron al agua, pero el padre consideró que tal expresión de libertad era inviable en Chile: “Vas contra la corriente, te vas a meter en problemas, estamos en Chile”, le dijo.
Y hasta cierto punto tenía razón.
Aunque en Chile ya existían playas donde algunos visitantes paseaban desnudos, esta práctica nunca había sido establecida legalmente. Los bañistas nudistas han provocado conflictos con otros visitantes y con las autoridades locales.
“Si hubiera gente desnuda en la playa de Cau Cau, llamarían a Carabineros. Llegaban uniformados o vestidos de civil, arrestaban a la gente y les aplicaban multas. “Eso era exactamente lo que quería evitar”, dice René Rojas.
Su primera intención fue fundar la playa nudista Cau Cau, también ubicada en Puchuncaví. Allí se reunía un pequeño grupo de nudistas chilenos que practicaban el nudismo de forma ilegal. Sin embargo, su plan se vio interrumpido por un proyecto inmobiliario que estaba justo en la playa. “Cuando se construyó un condominio en Cau Cau, decidimos irnos”, recuerda Rojas.
La búsqueda de un nuevo lugar no fue fácil. La playa ideal no debe ser demasiado remota ni de difícil acceso, pero al mismo tiempo debe estar protegida de miradas indiscretas y del pudor ajeno. Entre las conversaciones del grupo surgió la idea de una hermosa playa ubicada entre Horcón y Maitencillo, ubicada en medio de una quebrada que funcionaría como barrera natural y como santuario para chungungos, aves y peces.
Los nudistas se enamoraron del lugar. Uno de ellos encontró el paisaje similar a la superficie lunar y, en un acto casi simbólico, una mujer, al quitarse la ropa y entrar al mar, mostró un tatuaje de una luna. Así surgió el nombre.
El lugar era perfecto para practicar el nudismo o “naturismo”, como Rojas prefiere llamarlo. Allí podrían estar sin molestar ni ser molestados.
La instalación de la primera playa nudista en Chile
Para llegar a Playa Luna hay que cruzar un camino de terracería en vehículo y luego caminar unos cinco kilómetros por un sendero. Esta misma dificultad de acceso facilitó la obtención de autorización para su utilización.
Su instalación fue un fenómeno. Primero vinieron los viejos seguidores clandestinos del nudismo, luego los curiosos que querían vivir la experiencia y, por supuesto, también los curiosos no deseados.
En 2004, el periodista de The Clinic Leo Marcazzolo visitó Playa Luna. En su relato, dice que su primera interacción fue con un hombre de 75 años que la presionó para que se desvistiera. Según él, se acercaba a las mujeres que no se atrevían a quitarse la ropa y, con su desnudez, les daba el coraje para hacerlo. “No sé qué piensan los demás, pero a mí este tipo no me aporta nada de valor”, escribió Marcazzolo.
Otra cosa que llamó su atención fue la actitud defensiva de los bañistas en Playa Luna. Recuerda que René Rojas le entregó un panfleto con la frase “NO SE PERMITEN ESPECTADORES EN LA PLAYA”, mientras le contaba de un hombre del que sospechaba.
“Ese tipo es un voyeur vestido de nudista”, le dijo Rojas, señalando a un hombre que tomaba el sol en una roca. Su justificación fue que el hombre estaba posicionado en un lugar donde podía ver toda la playa y tenía su ingle cubierta con una toalla.
Marcazzolo destacó la forma en que los nudistas expulsaban a quienes consideraban “indeseables”. Una pareja en el lugar comentó: “Iremos a verlo y se sentirá tan mal que se irá solo”. Para los nudistas, esto era una forma de presión.
Actualmente, en la página web de Playa Luna, existe un apartado de normas de convivencia donde se especifica lo siguiente:
“Los mirones que a veces frecuentan playas nudistas, u otras personas curiosas con actitudes obscenas o agresivas, deberían ser disuadidos de su comportamiento de manera respetuosa pero firme por los nudistas o, en casos extremos, por las fuerzas del orden”.
Los problemas colaterales de Playa Luna
En una entrevista con The Clinic publicada en 2012, René Rojas indicó que uno de los principales problemas de Playa Luna tenía que ver con la asociación de la desnudez con el sexo. “Conciben la desnudez sólo en dos ocasiones: cuando se bañan y cuando tienen relaciones sexuales. Entonces aquí, mientras se bañan en el mar, sus mentes están cortas y creen que necesitan relacionarlo también con el sexo”, dijo.
Para limitar las acciones de estas personas miopes y curiosas, Rojas y la organización de la playa han elaborado una serie de recomendaciones, entre ellas la sugerencia de que los hombres no deben ir solos ni en compañía de otros hombres.
En marzo de 2017, el Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh) presentó una denuncia ante la Municipalidad de Puchuncaví, acusando a Playa Luna de discriminar a las parejas gays que querían ir a la playa, pidiéndoles que no fueran en pareja, sino que procuraran estar acompañados por una mujer.
En su denuncia, Movilh solicitó a la municipalidad de Puchuncaví aclarar públicamente que el Club Playa Luna no tiene la facultad de decidir quién puede o no ingresar a la playa.
René Rojas recuerda esta situación. Al respecto, el fundador de la playa nudista afirma que “nunca hemos recibido ninguna queja formal, ni por parte de la autoridad local ni por parte de los visitantes”. Tampoco sabíamos quién era.” Lo que sí sabían, dice Rojas, era que había personas que estaban descontentas con el comportamiento sexual de algunas de las parejas que acudían allí.
Rojas agrega que, además de la orientación sexual, se pide a los visitantes mantener la paridad de género al visitar Playa Luna y participar en sus actividades. Según él, se trata de una costumbre o “norma internacional del naturismo” que ayuda a preservar el lugar y a que el número de personas siga creciendo.
El cambio cultural de Chile
Cuando René Rojas le contó a su padre que estaba promocionando la primera playa nudista de Chile, lo llamó loco. No era difícil imaginar la reacción: en un país que todavía se aferraba a los códigos morales tradicionales, la idea de un espacio donde la gente pudiera quitarse la ropa y habitar la naturaleza sin vergüenza parecía provocativa. Pero el tiempo le daría la razón.
Hoy, un cuarto de siglo después, Playa Luna ha sobrevivido a las miradas de reojo, los prejuicios y la resistencia de quienes querían cerrarla. Ha pasado de ser un experimento a una comunidad establecida, donde la desnudez ya no enfrenta la sospecha que antes enfrentaba.
Rojas recuerda claramente el primer aniversario de la playa. Organizaron una celebración simbólica en la arena, pero antes de que pudieran comenzar a quitarse la ropa, aparecieron Carabineros con una orden de investigar la actividad.
Lo citaron a declarar, se le entregó un informe y se abrió una causa en su contra. La acusación era simple: había invitado a un grupo de personas a practicar el nudismo. La batalla legal duró un año, hasta que una decisión determinó que el “naturismo” era una práctica distinta del nudismo y que no violaba la moral ni las buenas costumbres. Desde entonces Playa Luna opera de manera legal.
“La actividad ha vuelto a la normalidad”, afirma Rojas. “La gente entiende que esto les resulta familiar. “Hace más de una década que no tenemos ningún problema con el comportamiento de los visitantes”.
El cambio no fue inmediato, pero con el paso de los años la vigilancia dejó de ser una medida de control y pasó a ser un ejercicio comunitario. Los propios asistentes asumieron la responsabilidad de cuidar el espacio. No se permite alcohol ni tabaco, no se permiten altavoces, no se permite jugar con pelotas, no se permite tomar fotografías ni llevar el móvil en la mano. Las reglas son claras y se cumplen, en parte porque la participación de los visitantes ha sido clave para mantener el orden.
Sin embargo, la historia de Playa Luna no estuvo exenta de otras tensiones. En 2012, la playa recibió el patrocinio del Servicio Nacional de Turismo (Sernatur) para organizar un encuentro nudista internacional, lo que desencadenó una denuncia de la ONG Acción Familia ante la Contraloría General de la República. Argumentaron que el Estado no podía apoyar actividades que fueran contrarias a la moral pública. La respuesta de Contraloría, sin embargo, marcó un nuevo hito: desestimó la denuncia y permitió que el hecho se llevara a cabo, consolidando la normalización de la desnudez en Chile.
El impulso llevó a Rojas y otros grupos a intentar replicar la experiencia en diferentes partes del país. En 2009 surgió la idea de abrir Playa Luna Norte, cerca de Iquique, y Playa Luna Sur, en la costa de Tomé. Pero el entusiasmo inicial no fue suficiente. “Es difícil organizar el tema, una playa nudista no surge de manera espontánea”, explica Rojas. “No son los municipios ni el Estado quienes los crean, sino los propios naturistas”. La falta de estructura terminó diluyendo la iniciativa, y Playa Luna sigue siendo la única playa nudista formal del país.
A pesar de ello, el cambio es innegable. Lo que comenzó como un acto audaz ahora es parte de un escenario normalizado. La idea de que el cuerpo desnudo pueda verse sin vergüenza ha dejado de ser un escándalo para convertirse en un reflejo de cómo Chile, a su propio ritmo, ha ido dejando de lado sus miedos.
“Al principio era una actividad ilegal y secreta. Hoy es algo natural, todo el mundo sabe que en Chile hay una playa nudista y es posible visitarla”, reflexiona Rojas, quien sigue disfrutando de meterse desnudo al mar y tomar sol en la arena de Playa Luna, misma actividad que hoy, 1 de febrero, cumple 25 años.
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