Natalia López Pevida. 11.12.18. El encuadre no recogía más que algunos juguetes y dos caras, las de un padre y su hijo disfrutando de un buen baño, pero las críticas no se hicieron esperar cuando el bloguero y activista LGTBI Perez Hilton subió la fotografía a Instagram. El selfie solo podía ser el fruto de un "pervertido" o un "degenerado", según algunas de las reacciones de quienes expresaron su horror ante la posibilidad de que el niño pudiese ver el cuerpo desnudo de su padre. Días después, Hilton zanjaba el tema declarando que se había duchado con el bañador puesto. ¿Por qué tuvo que justificarse?
La desnudez paterna da lecciones que no todos entienden
Mostrarse desnudo ante los hijos es un asunto delicado que cada familia gestiona a su manera, pero el choque entre las distintas perspectivas revela un oscuro tabú. Hay un punto de vista que enfoca la exhibición del cuero humano como algo indigno, probablemente una herencia de prejuicios moralistas y no del conocimiento empírico, pues los expertos tienen claro que mostrar el cuerpo a los hijos no es una aberración.
Paula Cajide, sexóloga, directora del centro Psicointegra y coordinadora de talleres de sexualidad para familias explica que ver a los padres desnudos no ejerce efectos negativos, y opina que "es fundamental normalizar los cuerpos sin sexualizarlos, para que los niños adquieran la idea de que no hay nada malo en la corporalidad ni en la desnudez". Según ella, "el problema está en esa mirada sucia del adulto, perpetuada en la sociedad".
"Conocer los cuerpos de sus padres ayuda a los niños a ir entendiendo las transformaciones que experimentarán los suyos, lo que contribuye a que lleven mejor el proceso", explica la experta. Aceptar la imagen desnuda de los progenitores como parte del paisaje doméstico promueve la autoaceptación física, ayuda a saber que la anatomía humana es diversa y evita caer en la obsesión por la perfección irreal que nos vende la publicidad. Entender que el cuero humano también es natural es comprender que no hay zonas "indignas" o por las que haya que sentir una especial vergüenza.
La sexóloga insiste en la importancia de normalizar todas estas cuestiones desde la infancia, y siempre con naturalidad. "No hay que ocultar todo por pudor, ni hablarlo todo hasta el punto en que acabe siendo incómodo", aconseja. “Conviene hablar a los hijos de sus cuerpos, enseñarles que es algo íntimo y que cuando lleguen los cambios de la adolescencia van a poder preguntar y expresar todos sus temores. Se trata de inspirarles confianza y de poder abordar este proceso como si se tratara de cualquier otro tema", añade Cajide. Eso sí, tomárselo como una obligación sería un error.
Si no quieres, no lo hagas
Que mostrar tu cuerpo desnudo sea algo natural no quiere decir que todo el mundo tenga que sentirse a gusto haciéndolo (ni viendo las intimidades ajenas). No es una pauta que deba establecerse en todas las familias. "Si el adulto está incómodo delante de sus hijos, va a ser un desastre, los niños van a percibir que ahí está pasando algo raro". La experta recomienda otras estrategias, como "recurrir a dibujos, muñecos… dejar la puerta de la ducha abierta, mientras la madre o padre se están duchando".
Según Cajide, las familias deben entender que normalizar el desnudo es magnífico, pero que no es lo más importante. Lo fundamental es enseñar todas las partes del cuerpo a los niños, y la hora del baño es un buen momento. Igual que les decimos pierna, brazo, es una oportunidad para descubrirles palabras como vulva o pene, en lugar de inventarnos términos inexistentes. Los niños tienen muchas curiosidades sobre las diferencias del cuerpo o los embarazos a partir de cierta edad, y la respuesta adecuada no es ocultarles las cosas.
La experta también apunta que los cambios de la pubertad suelen ser el punto de adquisición del pudor corporal, por lo que es normal que entonces aparezcan recelos ante el propio cuerpo o hacia el de sus padres. Lo importante en esta fase es que se aborde desde la libertad, sin que nadie imponga nada a los demás. Estamos en nuestra casa, y cada uno decide cómo quiere estar vestido puede ser el lema más indicado.
Madre e hijo, padre e hija… es igual, pero no es lo mismo
Un importante escollo a la ruptura del tabú de desnudarse delante de la progenie son las relaciones entre un padre y su hija. La sociedad no percibe igual un baño de una madre con sus hijos que el de un padre con sus hijas, y quien dice un baño dice cualquier otra situación doméstica en la que la desnudez esté presente.
"Esto se debe a una construcción machista que dicta que los hombres no pueden tener el sentido de protección o la ternura de una mujer, y que, por tanto, todos ellos son unos depredadores. A nivel individual esto hace mucho daño. En nuestros talleres tenemos padres que se ven con dificultades para bañar o cambiar el pañal a sus hijas", revela Cajide.
Y es que desnudez no es sinónimo de sexo, como explica la psicóloga infantil Bárbara Zapico. La experta también rechaza que la interacción entre padres e hijos, sin ropa de por medio, deba ser vista como un tabú, o como algo inadecuado. "Está bien que se naturalice. La exploración del cuerpo es algo normal en la etapa infantil, y es bueno que los niños puedan hacer preguntas como ¿por qué tú tienes pelo ahí y yo no?" , opina.
"No hay ningún problema para los niños ni en ducharse con sus padres ni en normalizar el desnudo en cualquier actividad de la vida cotidiana. Y las familias que practican nudismo y acuden con sus hijos a playas o espacios naturistas no generan ningún problema en sus hijos", apunta. Es más, quizá un poco de desnudez sea aconsejable; como contamos en BuenaVida, reporta múltiples beneficios para la salud.
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