viernes, 23 de febrero de 2018

CÓMO UNA PLAYA DE NUDISMO ME HIZO AMAR (AÚN MÁS) MI CUERPO (BRASIL)

Joana Cannabrava (Foto: Arquivo Pessoal)

"Nunca antes me sentía tan cómodo en mi propia piel", cuenta Joana Cannabrava, del @Futilidades


El año 2018 apenas empezó, ya viví una experiencia antropológica completamente nueva para mí: fui a una playa de nudismo. Mientras investigaba mis vacaciones, descubrí que una de las playas más bonitas de Paraíba se llamaba Tambaba y su parte paradisíaca prácticamente intacta era una playa de naturalismo. Sí, para entrar en ese paraíso, todos sus visitantes deben quedar desnudos. Si fuese hace unos dos años yo no considerar la posibilidad de ir, sólo que estamos en el verano de 2018 y después de unos segundos de voy / no voy, noté una cosa muy maravillosa: mi cuerpo ya no era una cuestión. Y terminé concluyendo: ¿Por qué no? Es el verano de la libertad.

El miedo del juicio sobre mi cuerpo desnudo no pasó por mi cabeza. En esa hora me di cuenta que realmente vivo, respiro y transpiro una nueva verdad de que no existe un tipo de cuerpo para el verano y todos los cuerpos son dignos para aprovechar sin miedo la estación más cálida del año. Abrir la mano de esas creencias que nos limitan sólo depende de nosotros.

Es curioso que, hasta mis 28 años de existencia, sólo sabía enumerar lo que quería cambiar en mi cuerpo, lo que no estaba bien y yo no me gustaba. Yo llegué a enfermar por eso. Yo era adicta a buscar defectos en mi cuerpo y ese vicio me costó caro. Tuve diferentes trastornos alimentarios y vivía en una guerra con mi imagen, con la balanza y la comida.

Yo alternaba momentos de dietas súper restrictivas con episodios de compulsión alimentaria que me hacían querer comer hasta la migaja del pan que quedaba de la cestinha devastada (en cuestión de minutos) del couvert. Después de haber buscado ayuda profesional y tratamiento para luchar contra mi trastorno alimenticio, es relleno formar parte de una ola de representatividad de las mujeres con curvas fuera del patrón de delgadez impuesto. En el intervalo de mis 28 a los 31 años mucha cosa cambió y sólo puedo decir: ¡aún así!

Joana Cannabrava (Foto: Arquivo Pessoal)

A los pocos, en mi jornada de terapia, libros y estudios dirigidos al autoconocimiento, me tomé cambiando la perspectiva de cómo me dirigía conmigo. Naturalmente fui logrando valorar las curvas en vez de los pliegues, pasando a enumerar lo que me gustaba en mí en lugar de lo que tenía pavor y fue ahí que los velos de la ilusión comenzaron a caer. Fue con 28 años que me vi hermosa por primera vez. Fue entonces cuando conseguí ver lo que tenía - verdaderamente - del otro lado del espejo.

Mi proceso me permitió transformar muchas cosas en mí (internas y externas), mi seguridad fue una de ellas. A los pocos pasé a practicar una mirada más amorosa y acogedora con el reflejo del espejo. Hoy veo que sentirme segura de mí fue la mejor consecuencia que podría alcanzar para mi autoestima. Yo no necesitaba amarme, pero fue liberador parar de odiarme - el amor propio por el todo fue una consecuencia.

Cuando noté que mi cuerpo era tan libre que no era una cuestión con respecto a la playa de nudismo, decidí ir a la Tambaba. Yo celebrar ese verano sin patrones de la forma más exagerada que yo podía, en un ambiente donde el 100% de mi libertad podría ser aprovechada. Nunca antes me sentí tan cómodo en mi propia piel, una playa donde sólo necesitaba ese cuerpo parecía una gran forma de celebrar la conquista de estos últimos 12 meses, donde empecé el año tímido para mostrar una nueva relación con una grasa de mi espalda en un traje de baño y terminé el año fotografiando una campaña de lencería.

Ir a una playa de nudismo nunca fue una idea tan buena, nunca fue una forma tan literal para celebrar lo que considero "body positive".

Joana Cannabrava (Foto: Arquivo Pessoal)

Con el discurso del empoderamiento femenino en alta, creo que las mujeres podemos ejercer un poder y una libertad sobre nuestras vidas que nunca antes fue tan posible. Mucha cosa aún tiene que cambiar, pero poco a poco veo que abrimos la mano de ciertos juicios sexistas que antes nos rodeaban. Las mujeres fueron educadas a creer en creencias que las limitan. Para todo crecimiento había un límite, para toda libertad había una prohibición y sin notar, crecimos creyendo que por mejores que fuéramos, no seríamos lo suficiente. Poder ir a una playa de nudismo sin que eso signifique nada, no tenga ningún doble sentido, es un ejemplo de ello.

En el momento en que me senté en mi canga - desnuda, obviamente - miré mi vuelta y sonríe. En medio del paraíso vi una familia con niño, un grupo de amigas riendo y parejas de todas las edades. Todo el mundo libre con sus cuerpos de verano. Tenían personas sanas, magras, curvilíneas, gordas, nuevas y viejas. Ninguna mujer era menos que un hombre, ninguna mujer era menos que la otra mujer. En un ambiente donde todo el mundo se vestía de la seguridad, la necesidad de compararse caía por tierra, consecuentemente el juicio ajeno no era una cuestión. Me sentí tan bien al ver que yo formaba parte de aquel grupo de turistas naturistas que estaban en aquella playa, fingí costumbre aunque fuera la primera vez. Mujeres de todo tipo juntas, sin la búsqueda de los objetivos o las metas inalcanzables. Sólo libres.

No es necesario la desnudez para experimentar esa libertad, tampoco hay que usar un bikini de la estación o un traje de baño que es la tendencia de ese verano. La ropa (o ausencia de ella) importa poco, lo que realmente hace diferencia para que nos veamos con confianza es conocernos tan bien a punto que sea natural sentirnos suficientes y seguras de quienes realmente somos. La mirada al cuerpo físico cambia cuando la gente cambia la forma de mirar a la gente.


http://revistaglamour.globo.com/Lifestyle/Joana-Canabrava/noticia/2018/01/como-uma-praia-de-nudismo-me-fez-amar-ainda-mais-o-meu-corpo.html

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