La palabra Escultura procede del latín sculpere, ‘esculpir’, es el arte de crear formas figurativas o abstractas, tanto exentas como en relieve. Junto con la pintura, arquitectura, música, poesía y danza, es una de las manifestaciones artísticas de las artes plásticas o artes visuales.
Las obras escultóricas se expresan mediante formas sólidas, reales, volumétricas; pues ocupan un espacio tridimensional: tienen alto, ancho y profundidad, por lo que el volumen y bulto puede tocarse, rodearse y verse desde cualquier ángulo.
Los elementos plásticos más importantes de la escultura son: forma, espacio, línea, material, textura y últimamente en algunos casos, el movimiento real. Siempre el escultor tratará de organizar estos elementos en una composición unificada.
El material es básico en el proceso de configuración de la escultura. A través de las distintas fases de desarrollo; la piedra, la madera, el metal, la arcilla y otros materiales son trabajados hasta transformarse en la obra terminada.
Los procedimientos escultóricos se determinan en consideración al material con el que se realizará la obra. Si se va a realizar en un bloque de piedra o madera, el procedimiento consiste en esculpir o tallar respectivamente. El modelado se suele realizar sobre arcilla y plastilina, por lo general, los modelos se bañan con yeso, resina o goma para hacer moldes.
Belleza es una noción abstracta ligada a numerosos aspectos de la existencia humana. La belleza se estudia dentro de la disciplina filosófica de la estética, además de otras disciplinas como la historia, la sociología y la psicología social. Vulgarmente la belleza se define como la característica de una cosa que a través de una experiencia sensorial (percepción) procura una sensación de placer o un sentimiento de satisfacción.
En este sentido, proviene de manifestaciones tales como la forma, el aspecto visual, el movimiento y el sonido, aunque también se la asocia, en menor medida, a los sabores y los olores.
En esta línea y haciendo hincapié en el aspecto visual, Tomás de Aquino define lo bello como aquello que agrada a la vista (quae visa placet). La percepción de la «belleza» a menudo implica la interpretación de alguna entidad que está en equilibrio y armonía con la naturaleza, y puede conducir a sentimientos de atracción y bienestar emocional.
Debido a que constituye una experiencia subjetiva, a menudo se dice que «la belleza está en el ojo del observador».1 En su sentido más profundo, la belleza puede engendrarse a partir de una experiencia de reflexión positiva sobre el significado de la propia existencia.
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