No hay únicamente un impulso creativo y estético en la decisión del fotógrafo neoyorquino de origen judío Spencer Tunick de montar este sábado en el mar Muerto una de sus afamadas instalaciones, consistentes en convocar a voluntarios para reunirlos e inmortalizarlos desnudos, en masa, en enclaves urbanos o paisajísticos.
También quiere lanzar el mensaje nada neutral de que en Oriente Próximo sólo en Israel es posible plantear este reto artístico. Como en otras ocasiones, pretende llamar la atención sobre el deterioro medioambiental del planeta, pero también aprovechará para invitar a la reflexión sobre la falta de libertad en otros países de la zona.
¿Podría resumir qué pretende transmitir con sus desnudos de masas?
-No sabría responder a eso. Las obras deben ser interpretadas por el receptor. Y llámelas instalaciones, por favor.
–Ahora desnuda a voluntarios en el mar Muerto, con dos mensajes de fondo: uno medioambiental y otro político. ¿Me equivoco?
-Mi obra se basa en el trabajo con el cuerpo humano de forma abstracta, y creo que incorporar las formas de las personas en un espacio natural es una buena sintonía. Al mismo tiempo, pienso que es maravilloso poder hacer algo así en Oriente Próximo, y mostrar allí que el cuerpo humano puede tener una moralidad y una dignidad como arte. Y el único país de la región en el que una de mis obras se puede llevar a cabo es en Israel porque se trata de una democracia, y no una teocracia. Va a ser una manera bonita de expresarse libremente. En un país árabe esto sería imposible.
-¿El ritmo de captación de voluntarios está siendo el mismo que en Europa o América, o hay más dificultades?
-Tenemos mucha gente registrada y percibimos mucho entusiasmo en Israel. Está siendo más fácil que otras veces.
–¿Los participantes en sus instalaciones no tropiezan con el pudor a la hora de la verdad?
-Creo que el sentido colectivo y artístico que alcanzan en el empeño ayuda a perder cualquier tipo de vergüenza. Además, la desnudez iguala a las personas.
–Para ser consecuente, ¿no debería hacer usted sus «performances» en cueros también?
-No sería adecuado, porque si yo o mis asistentes acudiésemos desnudos, se prestaría más atención al fotógrafo que a la obra en sí y que a los propios participantes, que son los protagonistas.
–No ha realizado ninguna de estas convocatorias en Asia. ¿Es otro territorio vedado?
-Sí, es otra zona complicada. Este año estuvimos a punto de conseguir hacer una sesión de fotos en Corea del Sur. Yo tenía mucho interés, pero al final las autoridades coreanas no nos lo permitieron.
–En todo caso, ya lleva setenta y cinco trabajos de este tipo. ¿Buscará otros caminos artísticos?
-Mi trabajo estará siempre ligado a los desnudos, es parte de mi identidad como artista y aún tengo muchas nuevas ideas relacionados con el tema.
-¿Dónde le conducirá su epidérmica creatividad?
-Me gustaría trabajar en el cráter de un volcán, en una selva tropical, y también bajo el agua. Y las zonas geofráficas que últimamente me interesan son Asia, aunque resulte complicado, y la Costa Oeste de los Estados Unidos.
–Ahí tropezará con menos problemas que los que tuvo con los agentes del orden en sus primeras fotografías de gente desnuda por las calles de Nueva York.
-El problema lo tuve con el alcalde de Nueva York de la época; a él no le gustaba mi trabajo e intentó prohibirme hacerlo, pero las leyes en este caso me amparaban, y al final gané y pude continuar.
–Su trabajo es la antítesis del «voyeurismo», en realidad. ¿Qué nos quiere decir al despojar al desnudo de su carga sexual?
-Yo veo el cuerpo humano como una abstracción de la naturaleza. Por supuesto que puede ser sensual y provocativo, pero yo no busco verlo desde una perspectiva sexuada.
–¿Queda la gente satisfecha con esta experiencia? ¿Alguien se ha quejado del uso de su imagen a posteriori?
-Me tomo en serio mi arte, no vendo productos y soy muy cuidadoso con el uso de mi trabajo. Sólo lo expongo en museos y galerías que considero apropiados.
–¿Qué recuerdo guarda de sus trabajos en España, en Barcelona y San Sebastián?
-Tengo un muy buen recuerdo de la sesión de San Sebastián. La gente estuvo fantástica a pesar del mal tiempo y, gracias a su energía, el resultado fue excelente. ¡Y ahora que mencionas tu país, también me gustaría poder trabajar en Madrid algún día!
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