jueves, 16 de junio de 2016

LO BUENO, LO MALO Y LO FEO DE LA EMPELOTADA DE SPENCER TUNICK (COLOMBIA)

Una crónica de una de las participantes de la foto nudista que se realizó en Bogotá.
Spencer Tunick en Colombia
Nuestra columnista de sexo y cositas varias goza estando empelota y por eso no dudó ni un segundo en atender el llamado del fotógrafo estadounidense Spencer Tunick. Sin embargo, no todo fue bello.
Por @ZaCarmenza // Foto: David Schwarz 
Cualquier fiel leyente de esta columna sabe que si pudiera andar empelota por ahí, sin temor a que me metan a la UPJ por renunciar voluntariamente a mi derecho a la privacidad, lo haría. Pero, no sólo le tengo miedo a la prisión sino, además, a los ojos inquisidores de la gente que se siente agredida por la desnudez y a los tipos peligrosos que creen que mostrar un poquito de piel me hace merecedora de una violación. Así que cuando vi el anuncio del Museo de Arte Moderno de Bogotá –MAMBO- en el que se anunciaba la venida de Spencer Tunick a Bogotá, para hacer una de sus famosas fotografías de desnudos masivos, no lo pensé dos veces y me inscribí de inmediato.
El formulario disponible en la página del MAMBO advertía que sólo se podía participar si se era mayor de edad y que no se podía esperar ningún tipo de pago por la actividad, más que una copia impresa de la foto elegida por Tunick que llegaría algunos meses después; tampoco podían participar mujeres embarazadas.  No es que tenga mucha plata, pero ya ando empelota por ahí sin que me paguen así que, si le sumamos que hace un buen ratico cumplí los 18 y que –hasta donde me indicó mi periodo menstrual- no estoy embarazada, cumplía todos los requisitos para participar del evento.
Llené el formulario y quedé a la espera de un correo de confirmación que llegó varias semanas después. En él se indicaba que el punto de encuentro era la plaza de Bolívar y, pese a que había diferentes horas de citación, yo debía estar a las 3:30 am por una de la dos entradas habilitadas (Calle 11 con carrera 9na y
Carrera 7ma con calle 12) usar chaqueta abrigada para el frío de la madrugada y no llevar objetos de valor, pues ninguno de los organizadores se haría cargo en caso de pérdidas.  Por lo demás, el único requisito era llevar fotocopia de la cédula y una autorización de exposición de imagen firmada en la que me comprometía a no cobrar, no demandar por daños y perjuicios y, claramente, ceder los derechos de mi imagen tanto en las fotografías como en los videos que se hicieran en el transcurso de la jornada.
Al ingresar, el equipo de logística recibió la autorización y la fotocopia del documento de   los que íbamos ingresando, nos entregaron unas bolsas plásticas para guardar la ropa que llevábamos puesta y se nos orientó dejarlas en algún lugar en el pudiéramos encontrarlas fácilmente al terminar la actividad. La logística y seguridad, se encargarían de cuidarlas.
Casi todos habíamos terminado de entrar cuando se nos indicó que el momento de quitarse la ropa había llegado. Como en el colegio, cuando el profesor salía del salón, sólo bastó  que un par de personas iniciaran la guachafita  para que todos los demás saliéramos al ruedo; un par de valientes se quitaron la primera prenda y la ola de desnudos empezó a crecer.  Hubo quienes tomaron un par de selfies antes de guardar el celular, pese a la advertencia de prohibición de estas conductas. El frío de la madrugada se metía hasta los huesos y lo que podría haberse confundido con gestos de pudor eran, en realidad, maneras de protegerse de la inclemente temperatura: grupos de amigos  manteniéndose demasiado cercanos y brazos cruzados sobre el pecho o las piernas para generar calor. A los pocos minutos, todos olvidamos que estábamos desnudos.
Las primeras tomas, en cabeza de Tunick y orientadas por algunos funcionarios con megáfono, incluían hombres y mujeres. Unas plataformas cuadradas estuvieron en algún momento disponibles para que cuatro hombres las pusieran sobre sus hombros y levantaran una mujer. La actividad estuvo en riesgo cuando una señora de avanzada edad, montada sobre una de estas plataformas, empezó a gritar y a celebrar eufóricamente. La regla era clara: el silencio debía ser en lo posible absoluto pues, tal como lo señalaba el correo de confirmación, se trataba de una actividad artística y no de una fiesta o protesta. Por ello, los carteles o mensajes escritos sobre el cuerpo, tampoco estaban permitidos.
Luego, se separaron hombres mujeres y, estas últimas, posaron en las escaleras del Congreso (al final, serían seleccionadas las que estuvieran en un rasgo de edad determinado para hacer otra toma en el teatro Colón). Los caballeros fueron conducidos hacia el Centro Cultural Gabriel García Márquez y tuvieron que desfilar descalzos, con apenas una bata (que venía con la bolsa para guardar las cosas) hacia el lugar.
La actividad terminó luego de las ocho de la mañana, con la invitación a una fiesta el día posterior, un lunes festivo, en Armando Records para todos los participantes.
Lo bueno
La experiencia. Todos los participantes, sin miedo a equivocarme, parecíamos coincidir en que es una de esas oportunidades que se tienen sólo una vez en la vida y que poder estar desnudos en medio de miles de personas, en la Plaza más importante del país, definitivamente no es algo que se haga todos los días… y bueno, menos mal es así, si no ¿qué sería lo emocionante?
Lo malo
Esto no debería considerarse malo sino, definitivamente, inadmisible: Los policías que fotografiaron sin permiso a las mujeres que posaban en las escaleras del Congreso.
Y bueno, antes de que me borbadeen con argumentos del tipo “pero ellas ya estaban desnudas para una foto” les cuento que eso es precisamente lo inadmisible: nosotras habíamos decidido empelotarnos y posar para Spencer Tunick, no para el patrullero  Pepito Pérez y sus amigos. Y eso, me permito extenderlo a esas violencias injustificadas que a diario se aplican sobre las mujeres; uno decide mandarle una foto sexy al novio/machuque/levante y a nadie más, por eso es que no deben compartirla o publicarla, porque no sólo es irrespetuoso, sino también un delito. El argumento “quién la manda” o “usted se lo buscó” ya nos ha costado bastantes violaciones y muertes. Así que sí, totalmente inadmisible y condenable el actuar de la policía.
Lo feo
El discursito jarto de “el arte”. No tengo problema alguno con “el arte”, lo que es realmente feo es el tonito de superioridad que tiene el desnudo “artístico” sobre otros tipos de desnudez.  
Todo lo que haya motivado a los asistentes al evento es verdaderamente valioso y respetable. Lo que me mama es la lluvia de hashtags y movidas pro desnudez #SinEstereotipos #SinDistinción #AmoMiCuerpo #TodosSomosIguales por parte cuentas que hace dos días tildaban de guisa/fácil/ofrecida/regalada a la muchachita que subió foto mostrando calzones en Instagram o a la que decidió trabajar en web cam. Es decir, hay una desnudez valiosa y otra condenable: la que tiene aval “artístico” y por un fotógrafo internacional merece aplausos y comentarios tipo “qué valiente lo que hiciste”. Pero la que obedece a instintos o motivos más carnales, merece el repudio generalizado.
Voy a meterle mente positiva al asunto y esperar que la experiencia haya movido sensibilidades y haya hecho sentir, no sólo a los asistentes, sino a los que siguieron de cerca la actividad, que la desnudez es algo natural y que nos pone a todos en condición de iguales, ya sea en una obra artística, una fiesta o una protesta.
Nacimos con ropa, todo lo demás es travestismo ¿o no?
www.shock.co
Nota. Interesante e importante crónica realizada de como se llevó este evento internacional, donde siempre existirá lo positivo y lo negativo en estos aspectos de la desnudez humana. Va para conocimiento de los amigos (as) naturistas, seguidores y simpatizantes del naturismo nacional e internacional así como estos eventos donde se expone la belleza humana.

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