UN PEU DE TOUT.
Una de las tareas más importantes que tenemos como madres y padres es la de exponer a nuestros hijos a la 'frustración con sentido', que no es otra cosa que fijar límites saludables y enseñarles que las cosas no siempre resultarán como ellos esperan y que deben desarrollar las destrezas necesarias para lidiar con esa sensación de malestar y aprender a postergar la gratificación de sus necesidades.
Al ser permisivos o consentir en exceso sus demandas (por culpa, por miedo o por la proyección de nuestras propias necesidades no satisfechas en la infancia) corremos el riesgo de criar pequeños tiranos, caprichosos e intolerantes a la frustración. Cuando los niños se acostumbran a conseguir inmediatamente lo que desean, pierden la oportunidad de experimentar y aprender cosas sumamente valiosas para la vida: la importancia y el beneficio derivado de la espera, la sensación de logro y de competencia personal y la satisfacción que produce el resultado producto del esfuerzo, entre otras.
Tampoco aprenden a apreciar las señales de afecto cuando éste se les ha transmitido muchas veces en forma de obsequios materiales y por tanto interpretan pronto cualquier negativa como desamor.
Más adelante, estos niños se transformarán en adolescentes demandantes, con dificultades en el autocontrol, desafiantes y hasta agresivos.
Y finalmente es muy probable que sean adultos inconformistas, egoístas, egocéntricos e incapaces de ejercer la empatía, de cultivar la paciencia ni de lidiar con la frustración y la ansiedad en sus vidas.
Por lo tanto, no cumplir con la tarea de saber decir 'no' a tiempo es una negligencia parental y tarde o temprano nos pasará la cuenta a los padres y a nuestros hijos también, inicialmente dentro de nuestra misma familia, pero luego también frente a la sociedad en la cual deberán desenvolverse como adultos.
Psicóloga Sole Grunert
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