En los últimos cinco años, varias personas se organizaron para iniciar el nudismo en Venezuela. Sus reglas y costumbres dan cuenta de un circuito mucho más conservador de lo que muchos piensan.
El agua marrón de la costa se perdía a lo lejos. Era una de esas playas mirandinas que parecen no tener fin. La arena escondía restos de basura antigua que salía a la vista después de varios pasos. Se trataba de un paseo organizado a «última hora» por Nudistas Venezolanos, casi en exclusiva para mí, para que yo pudiera acompañarlos y presenciar la dinámica del grupo. Por eso la asistencia no sobrepasaba de veinte nudistas, entre ellos: una agente aduanal, un farmacéutico, dos ingenieros petroleros, una secretaria y un médico.
Toda persona que alguna vez se haya quitado la ropa en el mar ha sido nudista por lo menos por un día. «Eso es lo que se llama nudismo furtivo», explica Néstor Collins, uno de los pioneros del nudismo organizado en Venezuela. Los que hacen del andar en pelotas un estilo de vida que incluso comparten con sus parejas e hijos, en casa o en lugares públicos son nudistas sociales.
En 2003 se conformó en Venezuela el primer grupo organizado de nudismo social (NudistasVenezolanos.org) y, desde hace poco más de un año, existen otras dos agrupaciones con los mismos fines (SoyNudista.com.ve y VenezuelaNaturista.com). A pesar de que desde entonces organizan paseos todos los meses para quedarse en cueros frente a la naturaleza (playas, montañas o piscinas), pocos conocen los detalles de esta práctica.
Hizo falta caminar unos quince minutos desde la playa pública hasta que escogieron el espacio donde acampar en la playa conocida como playa Miami por el primer nombre que llevaba la posada en la zona (antes Club Miami, ahora Tortuga Lodge). El paisaje es árido y las tupidas ramas de las uvas de playa no dejan sombra para resguardarse. Casi todos estaban armados con sombrillas y sillas. Mientras terminé de acomodar mi toalla ya casi todos estaban desnudos y los tres niños, menores de cinco años, se habían instalado en la arena para jugar
«Los nudistas suelen irse bien lejos», comenta Michael, uno de los barman de la posada Tortuga Lodge. «No molestan a nadie. Desde aquí ni se ven. Cuando se acercan a la posada vienen vestidos, normal, como todo el mundo.» Según la camarera del hotel, en esa costa se ha practicado nudismo con los turistas extranjeros desde que existe la posada (más de cinco décadas). «Hace unos cinco años comenzaron a venir grupos más grandes, con venezolanos.»
A comienzos del año 2000, casi todo venezolano que quería ser nudista viajaba a las islas del Caribe, «pero necesitas un mínimo de 4.000 o 5.000 dólares para hacerlo», aclara Antonio, de Nudistas Venezolanos. «Si se desarrollaran ese tipo de playas en nuestras costas, todo ese dinero se puede quedar aquí.»
DOS EDIFICIOS, QUIZÁS TRES
David, el web máster y uno de lo organizadores del grupo más antiguo, Nudistas Venezolanos, explica que aunque tienen registrados en su página web alrededor de 4.000 personas, sólo se han incorporado a sus actividades unas 200, de las cuales, únicamente entre 80 y 100 son las más constantes. La asistencia a los paseos ronda entre 40 y 70 personas.
El grupo Soy Nudista, a pesar del poco tiempo que lleva funcionando, ha logrado convocar a 85 personas, según aseguran Néstor Collins y Juan Carlos Narváez, coordinadores de la agrupación. A los paseos de fin de semana asisten con regularidad unas 30 y hasta 60 personas.
José Osorio, también coordinador y web máster de Venezuela Naturista, comenta que en su grupo cuentan con unas 20 personas.
Haciendo un cálculo «a machetazos» a partir de esta información, la población nudista regular venezolana no debe superar las 300 personas; es decir, el equivalente a los habitantes de un conjunto residencial de dos edificios de 18 pisos o, si escarbamos en más precisiones, el 0,0011 por ciento del total de habitantes del país.
Parece poco; sin embargo, la asistencia de 1.500 caraqueños a la convocatoria del fotógrafo Spencer Tunick, para que se quedaran en cueros en plena avenida Bolívar, es muestra de que seguramente muchos venezolanos más pueden sentirse cómodos con prácticas nudistas. «Nosotros imprimimos sólo 1.000 volantes para repartirlos ese día comenta David. Nunca imaginamos que iba a ir tanta gente, y eso que ni siquiera todos los nudistas de nuestro grupo asistieron.»
La práctica del nudismo en Venezuela, sin embargo, todavía está en pañales. Se conoce que en Francia el primer grupo nudista organizado comenzó a funcionar en 1920, aunque ya existían intentos espontáneos registrados en décadas anteriores. Los primeros eventos nudistas en Estados Unidos datan de 1929 y el primer grupo organizado es de 1979. En Canadá se calcula que cerca de 40 por ciento de la población es nudista (que lo practican en forma individual, en sus casas). Actualmente, la Federación Naturista Internacional (FNI/INF) incluye 32 federaciones de diferentes países, que agrupan más de 350.000 personas.
VER Y NO COMER
Según la Federación Naturista Internacional, «el naturismo es una forma de vivir en armonía con la naturaleza, caracterizada por la práctica del desnudismo en común, con la finalidad de favorecer el respeto a uno mismo, a los demás y al medio ambiente» (sic). En Europa, el término se refiere a prácticas más integrales para una vida sana, que incluye el vegetarianismo, la cocina macrobiótica y comportamientos conservacionistas. En Venezuela, acorde con la flexibilidad propia de nuestra idiosincrasia, se ha preferido el concepto de nudismo-naturismo menos restringido (utilizado en el continente americano). El naturismo acá permite parrillas y cigarros de vez en cuando y sin complejos de culpa.
Los tres grupos de nudistas venezolanos tienen reglas parecidas, mucho más conservadoras de lo que puede imaginarse: son familiares, evitan las conductas exhibicionistas y exigen que sus integrantes se comporten «adecuadamente». Decir adecuado y no exhibicionista en un ámbito nudista puede parecer un contrasentido, pero es así: un hombre o mujer desnudo en ese contexto no debe hacer de su cuerpo un objeto de deseo mediante caricias o movimientos sugerentes.
¿Y cómo hacen con las erecciones?: «En la página web lo explicamos afirma Juan Carlos, de Soy Nudista, simplemente te pones boca abajo o te metes en el agua para que se te pase con el frío». Además, «eso no pasa tanto explica María Cabrera, bioanalista y también integrante de Soy Nudista, porque la gente no está en eso».
En otras páginas internacionales se habla de un «código de etiqueta» donde se explica que si no se puede ocultar (porque se está bailando, por ejemplo), debe hacerse caso omiso a la erección, tanto quien la tiene como quien la observe.
En uno de los foros abiertos en Nudistas Venezolanos hay información que contradice ese principio de no estimular el erotismo, pues algunos hablan del voyeurismo como parte de la cultura nudista. Sobre esto, David comenta: «La gente mira con mucho más morbo cuando estás en una playa de La Guaira que cuando estás en una nudista. Tal como comentaba un humorista venezolano: mujer desnuda no echa picón» (sic). «Puedes mirar, pero ¿cuánto tiempo puedes quedarte observando a alguien fijamente? No mucho. Cinco minutos como máximo y después te cansas, ya perdiste interés», comenta María Cabrera. «Esto es una práctica familiar, agrega. Yo lo hago junto con mi esposo y mis tres hijos».
Es decir, se puede estar desnudo, pero debe ser un desnudo no sexual; no se debe observar fijamente ni mover las hormonas hacia el cuerpo ajeno. En definitiva: no curiosear.
En algunos grupos son exigentes con la obligación de desnudarse. Ser «textil» (utilizar traje de baño), no es siempre aceptado de buena gana. «En el último paseo cuenta Narváez tuvimos el inconveniente de que un par de personas nuevas no se quitaron la ropa y eso nos incomodó».
María Cabrera, sin embargo, aclara que a los niños se les respeta si quieren desnudarse o no: «Tengo un hijo que es adolescente y, como está en plenos cambios, prefiere quedarse con su short. Eso no se le cuestiona.» Los integrantes de Nudistas Venezolanos comentan que ellos no obligan a nadie ni hacen comentario alguno, pero que obviamente, quien no se quite la ropa después de dos paseos, sabe que no pertenece al grupo.
LEGALIZAR O REGULAR
Estos grupos están tratando de hacer ruido. Involucran a la gente de los pueblos cercanos y a las posadas para darles trabajo y convertirse en una «necesidad turística» y convocan a los medios para darse a conocer.
Arleydi Roa, dueña de la posada Río Tepuy, en Chuspa, cuenta que reciben a los nudistas desde hace dos años. «Muchas veces no caben aquí porque sólo tenemos cupo para 25. Ellos van una playa solitaria, donde nadie los perturba. Cuando ellos están allá, los pescadores de Chuspa no hacen más traslados, le dicen a la gente que el mar está malo o cualquier cosa. Ellos mantienen esa playa como su playa. Cuando llegan a la posada o a Chuspa andan normal, vestidos. Son personas ya mayores, con hijos. Lo que uno se imagina no es. Nosotros no participamos en esas actividades de nudismo pero tampoco las rechazamos, al igual que el pueblo.»
A pesar de que los tres grupos de nudistas tienen entre sus objetivos contar con playas reguladas y seguras para la actividad, ninguno ha realizado propuestas formales todavía. Ellos consideran que su práctica no es ilegal. En el Código Penal de Venezuela, sin embargo, se hace referencia a los «actos contrarios a la decencia pública» (Cap. III, Art. 538): «Cualquiera que se haya presentado en público de un modo indecente, o que con palabras, cantos, gestos, señas u otros actos impropios, ofenda la decencia pública, será penado con arresto hasta por un mes o multa de diez a trescientos bolívares». La imprecisión sobre qué es un acto «indecente» jugará a favor o en contra de los nudistas, dependiendo del guardia de turno. Algo más difícil de lograr, como apunta Narváez, es «que la gente acepte esta actividad como algo normal, que nadie se alarme». De los entrevistados, sólo unos pocos han comentado públicamente en sus trabajos que son nudistas: María Cabrera y Juan Carlos Narváez, son dos de ellos.
VERSE DISTINTO
Con el sol de las diez de la mañana, y todos desnudos a excepción de una mujer que quedó topless (y yo), los cuerpos dejaron de verse distintos y empezaron a lucir como masas informes, imperfectas, como la arena, con grasitas y blanduras. Primero me pareció que pasaron a verse feos. Después, como dicen casi todos «los recetarios» espontáneos de las primeras experiencias nudistas en la red, todo empieza a parecerse y a dejar de importar, a verse «normal», natural.
Una ingeniera de 38 años, nudista desde hace un año, comentaba que esto de andar sin ropa la ayudaba a «tocar tierra». «Mi ambiente de trabajo es muy competitivo y yo soy exitosa. Cuando estoy aquí, no importa quién eres, cómo te vistes o qué haces. Ahora soy más abierta en mis relaciones. Toda mi familia sabe que soy nudista.» Otro ingeniero de Gente del Petróleo comenta que siempre está desnudo en su casa y que le encantaría probar la experiencia de hacer otras actividades cotidianas en cueros.
Los niños jugaban y miraban a los amigos de sus padres con toda naturalidad. Las actividades fueron las mismas de un día de playa guaireño: tomar sol, beber cerveza, comer desordenadamente y hablar de cualquier cosa.
Antonio, de Nudistas Venezolanos, explica que en su grupo «está prohibido hablar de temas controversiales o de política… aunque a veces es inevitable. Tenemos personas que trabajan en el Estado, en el sector privado y que pertenecen a diferentes grupos sociales».
Ana María Carrano.
Foto Gabriel Osorio, cortesía de Nudistas Venezolanos.
Tomado de la revista Contrabando, Número 13, Año 2 (Mayo 2008).
http://nudistasvenezolanos.org/articulos-nudismo-venezuela/contrabando-practica-criolla-pelotas/
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