Por Sebastián Alburquerque
La piscina está el sector oriente de Santiago. Me dirijo al camarín de hombres, decorado por un tritón. Al abrir la puerta, me encuentro a una señora en toalla. La miro y vuelvo mi cabeza hacia la puerta: no me equivoqué, este es el camarín de hombres. La señora, que sujeta la toalla con una mano, me pregunta si voy a la piscina.
-Sí -respondo- Pero éste es el camarín de hombres.
-Mijito, en este día, da lo mismo el camarín –responde la señora, señalando lo obvio. Suelto una sonrisa nerviosa, y la rodeo para sacarme la ropa. En este día no importa que vea una mujer en pelota, es la junta invernal del único club nudista de Chile, el Club Playa Luna. Al final, salgo del camarín sólo con unas chalas y una toalla cubriéndome. Bajo la escalera y abro la puerta a la piscina temperada. La escena es aún más rara de lo que pensé: Niños juegan con flotadores, un grupo en el extremo de la piscina juega waterpolo, hay dos jacuzzis que de alguna forma se ven más llenos si los ocupa gente desnuda,y algunos descansan en sillas. Y nadie tiene traje de baño. Arriba del agua hay un cartel que dice “El uso de gorro es obligatorio para los bañistas”. Pregunto por el presidente de la organización, René Rojas. Un hombre que comparte el jacuzzi con una pareja me dice que está afuera, esperando a más gente. No hay más opción que meterse al agua.
En el momento de sacarme la toalla, pienso en mi guata que no ha dejado de crecer en los últimos años. Pienso en mis piernas peludas y extrañamente tonificadas para alguien de 72 kilos. Pienso en todas las pololas que me han dicho que no tengo poto. Pienso mi pene que nunca podría protagonizar una película porno. Dejo la toalla colgada y quedo en pelota. El resto de los bañistas me miran de reojo, sin mucha atención. Me meto al agua rápidamente, pero tratando de disimular que esto es lo más extraño que he hecho en mi vida. En el agua es diferente. Las personas juegan, flotan, y cuando alguien se zambulle, su trasero brillante por el agua sale al aire, como una ballena. Algunos niños toman flotadores de espuma, y una pareja juega con una pelota. Los cuerpos de esta gente son normales: estrías, guatas caídas, panzas peludas, tetas chicas, tetas grandes, vaginas y penes peludos, afeitados y recortados. Son gente que podrías ver en una micro, pero en pelota. De a poco me doy cuenta que nadar sin traje de baño es lejos la forma más cómoda de nadar, no hay nada entre tú y el agua. Me relajo. Agarro un flotador y nado por la piscina.
En el jacuzzi hay una pareja joven. Pregunto si puedo entrar, y con amabilidad me hacen un espacio.
-Esta es la primera vez que vengo –dice ella-. De hecho, él hizo todos los contactos por mail y pagó las entradas –dice señalando al otro integrante del jacuzzi. Su
nombre es Ricardo, y ella, Andrea, su amiga.
-En Europa, esto es lo más normal del mundo, es tan común hacer topless en las playas, que se pueden contar con una mano las que no lo permiten –dice Ricardo, entusiasmado. En eso, una señora se acerca y pide un espacio. Ahora somos 4 en el jacuzzi. No puedo evitar fijarme que Andrea tiene puesta la parte de debajo de un traje de baño.
-Es que no sé, eso todavía me da un poco de vergüenza. No sé porqué me es más fácil estar desnuda hacia arriba que hacia abajo –reconoce.
-Ah, eso es comprensible –dice la otra mujer-. En un principio claro que da vergüenza, pero ¿te digo una cosa? Así lo único que logras es que te miren más. Si tú te fijas, nadie anda mirando a nadie acá, todos andamos piluchos. –dice la mujer. Se llama Ana y es profesora de educación física. Le pregunto qué pasaría si sus alumnos se enteran de que es nudista.
-No, se mueren. No se pueden enterar. Aparte ahora tengo que tener más cuidado con el tema de las fotos, mis dos hijos entraron al servicio militar y no se pude saber que tienen una mamá nudista. Antes, cuando eran más chicos, venían conmigo, pero ahora no pueden. –dice Ana.
René Rojas, presidente del club nudista, entra en la piscina. Está vestido. Tiene una polera blanca y pantalones de tela blancos, de esos de feria artesanal. Sandalias en sus pies y el pelo largo hasta los hombros. Levanta los brazos y pide silencio. Es hora de saludar a los asistentes. Se sienta en una esquina y el resto de los asistentes lo observa desde el agua. Es como si les hablara a sus discípulos. René habla de la alta convocatoria de este evento, saluda a los nuevos integrantes del club y anuncia que el próximo evento será en una parcela en Talagante. La gente aplaude. No es fácil ser nudista en Chile, aparte de este club, no hay otra instancia donde juntarse con otra gente desnuda.
-Cuando empecé con el club, quería arrendar una piscina. Llamé a algunas y pregunté si las podía arrendar. Me dijeron “Claro, este es el precio. ¿Para qué sería?”. Les decía que era para un evento nudista y me decían que estaba loco,que cómo se me ocurría. Eso fue hace diez años. –relata René.
Playa Luna, el balneario que le da el nombre a este club, está ubicado a 6 kilómetros al norte de Caleta Horcón, en la Quinta Región. Es la única playa donde se puede practicar legalmente el nudismo en el país. Hoy, René anuncia que la playa fue declarada lugar protegido, así que ningún edificio se podrá edificar en la zona. La gente aplaude, pero todavía queda un anuncio. René viajará al 32º Congreso Mundial Naturista, realizado en Pizzo Greco, Italia. Con apoyo del Servicio Nacional de Turismo.
-Voy a representar a Chile en el congreso, pero además, gracias a Chile Convention Bureau (una división de Turismo Chile, dependiente del Sernatur),postularé a Chile para un Encuentro Latinoamericano de Naturismo, y si todo sale bien, se realizaría en Marzo del 2012. El naturismo ha demostrado ser rentable desde el punto de vista turístico, por eso el gobierno lo está apoyando –dice entusiasmado René.
En la piscina, René me presenta como el periodista que hará un reportaje de este evento. En un momento todas las cabezas de la piscina se vuelven hacía mi. Levanto un poco mi mano saludando, algunos saludan de vuelta. Se me acerca un hombre maduro, me pide la dirección de la página donde saldrá publicado y me habla de él. Se llama Fernando y es gerente de una mina en el norte.
-Vengo los fines de semana a Santiago, y qué mejor forma de relajarme que venir acá. Con el nudismo te descargas, nadie mira a nadie. Estos eventos son increíbles, pero Playa Luna es espectacular. Acá te puedes bañar y nada más, pero en la playa paseas, tomas sol, juegas en la arena… es muy bueno. Lo que sí, a veces hay algunas parejas… que se acarician más de la cuenta. Pero son los menos.
En una esquina del recinto, hay una mesa con bebidas y galletas. Podría agarra mi toalla para taparme, pero voy desnudo. La sensación de estar en pelota grupalmente es liberadora. No hay juicios, siento que en una playa normal me mirarían más por mi guata que acá. Así que me paro a servirme bebida. Otras personas están haciendo lo mismo. Uno me cuenta que fue padre por primera vez hace poco tiempo, y que está esperando que cumpla los 6 meses para traer a su guagua. Más allá, en el jacuzzi juega una niña que usa pañales todavía. Su mamá se sirve una bebida con nosotros.
-¿Y qué pañales le compraste? Quiero traer a mi hija cuando esté más grande –pregunta el padre primerizo.
-De los extra absorbentes no más, no hemos encontrado algunos especiales, no creo que existan. Pero ella lo pasa regio, pensamos que se iba asustar por ver tanta gente, pero lo pasa chancho. Nació nudista –responde la mamá. Vino con toda su familia; su esposo y sus tres hijos. Todos en pelota, todos juegan. Como muchos, su iniciación con el nudismo fue en Playa Luna.
-Fuimos por curiosidad y nos gustó. Después vinimos solo mi esposo y yo a los eventos que se hacen acá para ver si se podía traer a los niños. Cachamos que era familiar y ya son 3 años los que han pasado –dice la mamá de la familia más completa en la piscina. Sus hijos, de 9 y 13 años no tienen ningún problema con andar desnudos.
-Pensamos que con la adolescencia les iba a dar pudor sacarse la ropa, pero al contrario. Ya se quedaron nudistas –dice.
-Algunos compañeros saben que venimos para acá, los hemos invitado, pero ninguno ha querido venir –dice Bruno, de 9 años. Sobre que sus cercanos sepan que son nudistas, la mamá no se hace problemas.
-Todos saben, incluso tenemos fotos en Facebook en que salimos desnudos. Nunca ha sido un tema para nosotros, incluso en la casa nos paseamos desnudos –aclara.
De vuelta en el agua. Veo a la pareja de amigos con los que compartí el jacuzzi. Ahora Andrea nada sin su parte de abajo del bikini. “No sé, estoy más en confianza”, me dice. Después la veo abrazada a Ricardo, y le piden a otra persona que les saque una foto. En el agua converso con Daniela, una chica que no pasa los 25 años. Como todos, me habla de lo maravillosa que es Playa Luna, como si fuera la Meca de este grupo.
-Es cansador llegar a Playa Luna. Tienes que llegar a Horcón y de ahí caminar como una hora por la playa hacia el norte. Cuando llegas es aguantable, pero devolverse, después de todo un día de nadar, es bien cansador –dice Daniela. Me recomienda si es que voy, que lleve harta agua y cosas para comer.
-La primera vez fui sola. Nadie me quiso acompañar. Pero los tours que hace el club salen a cuenta, te pasan a buscar y te dejan a 20 minutos de la playa. Vale totalmente la pena. Alguna gente cree que la playa es de René, pero no es así –dice, por las críticas que algunos hacen a la labor delclub, principalmente por lo que cobran: 9 mil pesos las mujeres, hombres 19 mil y parejas 22 mil.
-La playa es lo mejor, ya estoy acostumbrada a bañarme en pelota. En mi edificio hay una piscina, pero he ido un par de veces no más. Cuando estoy con el bikini me digo “pero cómo, ¡si ahora soy nudista!”.
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