24 de junio de 2025|Nudismo y feminismo
No nací para adornar.
No nací para complacer.
No nací para pedir permiso cada vez que quiero decir lo que pienso, moverme como quiero o vivir a mi manera.
Pero así me entrenaron. Con frases dulces que eran cadenas:
"Guarda silencio, calladita te ves más bonita";
"Tápate, no estés provocando";
"No seas grosera, solo quiso saludar";
"¡Eres muy mandona, ya bájale!";
"Eres muy exigente, así nadie te va a querer".
Pero hoy me deshago de todo eso. Porque ser mujer sin pedir perdón ni permiso no es una rebeldía: es una necesidad.
Llevo siendo nudista 8 años y 5 años como creadora de contenido nudista, muchas personas siguen sin entender mi trabajo y muchas otras piensan que me dedico al contenido sexual, no los culpo, nos han enseñado que la desnudez es exclusivamente para tener sexo, aún así yo sigo firme ante lo que quiero transmitir y continúo en redes sociales compartiendo lo que este estilo de vida representa para mi y los destinos que he conocido donde no solo liberas el cuerpo sino también el alma.
A lo que voy con esto es que constantemente recibo comentarios de hombres que asocian mis publicaciones con erotismo solo porque me ven desnuda. Al inicio esos comentarios me lastimaban y me indignaban porque me hacían sentir un objeto sin voz ni pensamiento.
Muchas personas me decían que los ignorara, que los bloqueara y no les diera importancia y al inicio intentaba hacerlo, pretender que no me indignaba, pretender que no me enojaba hasta que un día dije basta. Y comencé a contestarles, hacerme presente, y claro después bloquearlos, porque ese tipo de personas no son las que quiero que sigan mi contenido.
A las mujeres se nos enseñó que no debemos mostrar indignación, que siempre mantengamos un perfil neutro a pesar de que nos están haciendo sentir mal, que mantengamos la calma a pesar de ser lastimadas, pero ¿qué pasa cuando alzamos nuestra voz ante lo que nos lastima, nos indigna, nos enoja o nos incomoda?
Ser la buena mujer que guarda la calma e ignora que la estaban cosificando me estaba quitando la voz.
El castigo por ser libre
El nudismo me ha ido mostrando una libertad que nunca había encontrado en ningún otro lado, apoderarme de mi cuerpo, sentirme cómoda entre mis estrías, no avergonzarme de mi piel sino al contrario, aprender a habitarla con amor y compasión sin caer en la mercadotecnia de "baja de peso con estos 10 simples pasos para lucir un cuerpo de verano" cayendo en dietas que posiblemente en lugar de cuidar mi salud, la lastiman.
Pero esa misma libertad que yo he sentido se ha visto mal porque una mujer que se acepta como es, sin pedir disculpas, siempre será vista como un peligro.
Si una mujer quiere hacer dinero, es vista como interesada pero si un hombre tiene esa misma ambición es visto como exitoso.
Si una mujer quiere disfrutar de su vida sexual es vista como puta o zorra pero si un hombre lo hace es visto como un campeón.
Si una mujer tiene iniciativa, liderazgo, hablar fuerte y va al frente es vista como mandona pero si un hombre lo hace es visto como un gran líder.
Curioso como dependiendo el género son los adjetivos que usamos a pesar de que son las mismas intenciones, ¿no crees?
A través de los años nos han querido domesticar, haciéndonos sentir que nuestra única misión en la vida es ser bonita y sonreír como si las mujeres no fuésemos capaces de ser mucho más que solo apariencia.
Y lo más violento de todo esto es que cuando decides dejar de cumplir el rol que se espera de ti, no solo te juzgan: muchas veces también te dejan sola.
La mujer libre incomoda. No por lo que hace, sino por lo que representa: la posibilidad de que otras también se atrevan.
La soledad de elegirte a ti
A veces, elegirte significa caminar sola por un rato, pero nunca más vacía.
Hay un dolor dentro de esa soledad: cuestionar todo lo aprendido, soltar expectativas sociales —e incluso familiares—, liberarte de estereotipos. Pero es justo en medio de ese vacío que comienza la verdadera conexión con la libertad.
Lo más hermoso de esta soledad es que te lleva a relaciones más auténticas. Empiezas a conectar con otras personas desde la verdad, no desde la apariencia.
Te liberas de máscaras y poses. Te liberas de la idea de cómo deberías ser para ser amada y aceptada. Y, por primera vez, te permites conectar con la mujer que eres.
Descubres que esa soledad no es tan mala, porque en ella te encuentras contigo misma. Dejas de ser tu enemiga: ya no te criticas frente al espejo, ya no te avergüenzas por alzar la voz, ya no sientes culpa por no tener el cuerpo de revista.
Empiezas a amar cada parte de ti. A darle voz a tus pensamientos. A darte el lugar que mereces.
Comienzas a disfrutarte.
Y entonces, irónicamente, esa soledad te enseña que nunca más vas a estar sola.
La rebelión de aceptarte
Mucho se dice que hay que habitar nuestro cuerpo, pero... ¿realmente qué significa eso?
Es normal tener algo que no nos guste de nosotras mismas. Pero yo he adoptado un pensamiento que me ha sostenido:
Acepta lo que no puedes cambiar, y trabaja en lo que sí.
Partamos estas dos ideas.
Aceptar lo que no puedes cambiar:
Yo lo interpreto como abrazar lo que ya es parte de ti, como el color de piel, por ejemplo.
Recuerdo que de niña fui motivo de burla por ser de tez morena, al punto de odiar mi color de piel.
No fue sino hasta mis veintitantos que una chica, completamente desconocida, se me acercó y me dijo:
"¡Qué hermoso color de piel tienes!"
Y siguió su camino.
No sabes el impacto de ese comentario. Nunca nadie me lo había dicho.
Ahí comprendí que el trabajo de reconciliación con mi piel, ya como adulta, era mi responsabilidad.
No puedo cambiar mi tono de piel —bueno, sí se puede, pero es costoso, riesgoso, y además, innecesario.
Aceptar lo que no puedo cambiar no es resignación: es amor.
Trabajar en lo que sí puedes cambiar:
Siempre desde la autoaceptación, nunca desde la culpa.
¿Quiero construir un cuerpo fuerte para mí? ¿O para encajar, para ser mirada, para cumplir expectativas?
Nos venden tanto la idea de que debemos alcanzar un estándar que muchas veces nos olvidamos de preguntarnos:
¿Esto lo quiero yo, o me lo dijeron?
Para mí, habitar mi cuerpo es estar presente en él.
Tengo treinta y tantos y sé que mi cuerpo cambia, como cambia mi forma de ver la vida.
Y no por eso debo sentir vergüenza.
No me esconderé detrás de mis prendas porque mis pechos ya no están firmes, o porque tengo estrías en nuevas partes del cuerpo, o porque se asoman llantitas en mi cintura.
Mi cuerpo merece libertad.
Cada parte de mí cuenta una historia, y no tengo nada que esconder.
Abrazo lo que soy y sigo trabajando en lo que deseo.
Aceptar mi cuerpo, mi voz, mi persona ha sido el acto más revolucionario que he cometido.
Hoy elijo ser mujer sin pedir perdón ni permiso porque nací para habitarme, para amarme, para vivir sin miedo.
Ser mujer sin pedir perdón ni permiso no es una rebeldía.
Es un acto de amor propio.
Es una decisión consciente.
Es mi forma de existir.
Y si eso me hace incómoda, intensa, exagerada o solitaria, que así sea.
Porque prefiero caminar sola…que callar para que me acompañen. Bienvenido el precio de ser libre.
https://viajandosinropa.com/f/ser-mujer-sin-pedir-perdon-ni-permiso