martes, 11 de diciembre de 2018

EL NUDISMO COMO TERAPIA (ESPAÑA)

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Para muchas personas el hecho de estar desnudos en público cuando el
clima lo permite no deja de ser una cosa curiosa, intrascendente o absurda. Sin
embargo el nudismo-naturismo tiene una importantísima dimensión terapéutica,
conocida desde siempre, y que cada vez alcanza una mayor vigencia en todo el
mundo.

La desnudez nos iguala, destruye barreras de comunicación, nos
sincera…, desnudarse es muchísimo más que quitarse la ropa. Con ella se van
prisiones de las que ni siquiera éramos conscientes. No en vano, el mito de la
expulsión del Paraíso identifica el hecho de vestirse con el pecado, la
vergüenza, la culpa y el dolor. Algo tan aparentemente simple como desnudarse en
comunidad puede suponer empezar a acabar con todo ello, iniciar el retorno
al  Paraíso.

Las palabras nudismo y naturismo, que en Europa utilizamos como
sinónimos, tienen un tercero en Estados Unidos: allí al nudismo se le llama
también “body acceptance”, aceptación del cuerpo. Un estudio fundamental es el
de la doctora Aileen Goodson “Therapy, Nudity & Joy”, donde se documenta el
uso terapéutico de la desnudez en todas las épocas, desde el antiguo ritual
hasta la psicología moderna. Anorexias, bulimias, obsesiones, complejos,
neurosis… pueden saltar por los aires con la terapia de la desnudez.

El nudismo-naturismo hace sentirse más vitales, más satisfechos, más
limpios, más en armonía con uno mismo, con los demás y con la vida en general.
¿Tanto aporta el nudismo? -dirá alguien. No: Aporta muchísimo más; tanto que es
imposible de transmitir. Sólo la experiencia puede dar la medida exacta de su
valor.

– “Desde siempre he sido más bien rellenita, nunca me ha gustado mi
cuerpo. Intelectualmente creía comprender lo maravilloso que es ser naturista:
no sentir vergüenza de mí misma, aceptarme como soy, relacionarme así con los
demás, siendo yo misma. Desnudarme en público era un reto tan atractivo como
difícil: me moría de miedo y de vergüenza sólo con pensarlo. Toda la gente me
miraría y me juzgaría. ¿Darían su aprobación? ¿Me despreciarían? ¿Cómo
comportarme con mis conocidos? La inseguridad me atormentó durante mucho
tiempo.

Pero un día el vaso de mi autodesprecio se colmó. Mas de cuarenta años
sintiendo vergüenza y miedo…

Temblando accedí a ir con unos amigos a un camping naturista. Busqué mil
excusas para no quitarme la pieza de abajo del bikini, lo que sólo consiguió que
sintiese aún más vergüenza. Me sentía enormemente incómoda entre aquella gente
que -como temí- de vez en cuando me miraban. ¿Qué pintaba yo allí mintiéndome a
mí misma, soportando la flagelación de aquellas miradas que sin demasiado
interés se dirigían a mí?

Un empleado del camping me dijo que se consideraba una falta de respeto
no estar desnudo y amablemente me invitó a desnudarme. Le conté el cuento de que
tenía una cicatriz reciente (qué excusa más torpe, todo el mundo sabe que el sol
es el mejor cicatrizante). Pareció no creerme e insistió. Mi mente se quedó en
blanco un instante y sin más me despojé del bikini. Mi mente siguió en blanco.
Algo estaba pasando. Me di cuenta de que nadie me miraba, o, mejor dicho, nadie
se fijaba en mí. Pero lo más significativo estaba dentro. Me sentía extraña, no
porque tuviese algo, sino por otra cosa… Tardé unos minutos en darme cuenta.
Acababa de perder definitivamente a dos permanentes compañeros de mi vida: el
miedo y la vergüenza. Sentía como si una losa de mil toneladas hubiese
deesaparecido de encima de mí, una losa de la que sólo fui completamente
consciente una vez desapareció. No exagero si digo que recuerdo aquella
experiencia como la más importante de mi vida. Nunca lo habría
sospechado.

Mi cuerpo no ha cambiado desde entonces. Pero ya no me siento culpable
cuando como lo que me gusta. Mi cuerpo, tal como es, me parece fantástico, ¡es
el mío! Ya sé que para quien no lo haya experimentado puede parecer una
exageración, pero lo cierto es que siento como si hubiera vuelto a nacer, pero
con un conocimiento y una experiencia que me permiten disfrutar mucho más de la
vida, hasta el punto de que lo anterior más me parece muerte. No soy
completamente feliz siempre, pero si lo soy mucho de vez en cuando. Y ahora soy
yo, sin más, y eso es lo mejor.” (Antonia Amorós)

“EL NATURISMO ES UNA FORMA DE VIVIR EN ARMONÍA CON LA NATURALEZA,
CARACTERIZADA POR LA PRÁCTICA DEL DESNUDO EN COMÚN, CON LA FINALIDAD DE
FAVORECER EL RESPETO A UNO MISMO, A LOS DEMÁS Y AL MEDIO AMBIENTE”
(Federación Naturista Internacional)

“El tamaño de mi pene condicionó mi vida. Nunca hice deporte por miedo a
ser descubierto en las duchas. Cuando en la pubertad la entrepierna de mis
compañeros comenzó a abultar, yo me metía una pelota de tenis en los
calzoncillos. Sí, también yo me río ahora, pero entonces aquello me llevaba al
borde de la locura. Además, ni con la pelota de tenis conseguía el bultito
homologador… Compraba pantalones anchos en la entrepierna, para que la holgura
diese cierto pie a la duda y a la esperanza.

Las pocas veces que iba a la piscina llevaba bañadores tan grandes que
habríamos cabido dos como yo, por supuesto de tela, largos, nada ajustados. ¿Qué
más decir…? Leía todo lo que podía encontrar sobre tamaños de penes, que
siempre confirmaban que lo mío era pero que muy, muy corto de miras. Hasta
llegué a acumular un buen montón de revistas pornográficas, que no me gustaban,
simplemente intentando encontrar alguna imagen con la que solidarizarme. Pero
ocurría todo lo contrario: los penes aquellos aumentaban más y más mi
complejo.

Un psicólogo me recomendó el naturismo. Me dijo que sería la terapia
idónea para mi obsesión. Me dieron ganas de recomendarle un psicólogo ¡pero si
precisamente eso era de lo que yo huía!

Fui a una playa nudista, de mirón, claro. Por cierto, no es nada
agradable ser mirón, o por lo menos yo no me sentía bien. La mayoría de los
penes (que a comparar iba yo, a pedir perdón por mi micromiembro) eran mucho más
grandes. Un día vi a un señor mayor y grueso al que tenía poco que envidiar…
aunque yo era joven y delgado, virgen hasta los 30 años (qué pensarían de mí mis
alumnos si lo supiesen, ellos que a los 12 años ya presumen de expertos). En una
sex-shop encontré una revista naturista alemana (sí, en una sex-shop), donde
algún que otro vikingo tampoco iba muy bien armado.

Un día me atreví a desnudarme en una playa nudista… solitaria. Me
sentía raro, más bien diría que idiota; era como estar en mi cuarto de baño,
pero con sol y aire. Caminé un poco, con tan mala fortuna que debí salirme de la
zona autorizada y un grupo de gente vestida, a unos cien metros, se fijó en mi.
No sé por qué ni cómo seguí avanzando. Al llegar a su altura me miraron
fijamente y se rieron. Sentí muchísima vergüenza, pero no por mí, sino por
ellos; sentí vergüenza de pertenecer a una especie que puede generar individuos
tan miserables.

He superado en gran medida mi problema. Me aterra pensar los años de mi
vida que he perdido por culpa de toda esta basura. Creo que ningún padre del
mundo tiene derecho a privar a sus hijos de la dignidad de aceptarse a sí
mismos. Debería estipularse como crimen. Creo que el textilismo es un delito y
cuando veo una playa llena de gente vestida siento un inmenso desprecio,
exactamente tan grande como el que años atrás sentí por mí mismo”. (Txiqui
Salinas)

“ANOREXIAS, BULIMIAS, NEUROSIS, COMPLEJOS, OBSESIONES,… PUEDEN
SALTAR POR LOS AIRES CON LA TERAPIA DE LA DESNUDEZ”

Las historias de Antonia y Txiqui son sólo dos ejemplos radicales de los
que se reciben en una publicación naturista. Después de su liberación de hecho,
compartir su experiencia potencia aún más su conquista.

LA PRIMERA VEZ

Si nunca te has atrevido con la experiencia del naturismo, te ofrecemos
unos consejos que te lo harán más fácil:

– Las playas autorizadas pueden ser un paso intermedio. A veces, a
algunas van mirones y exhibicionistas. Ve mejor cuando haya más gente; será lo
más seguro.

– Un club o una asociación puede ser el camino ideal. En ellas
encontrarás mucha gente que ha vivido lo mismo que tú antes que tú y que estarán
encantados de apoyarte.

– La experiencia más plena será probablemente en un centro naturista. Los
hay para todos los gustos y al alcance de cualquiera. En la mayoría de centros
naturistas exigen el carnet de la Federación Internacional de Naturismo, que
puedes conseguir en las Asociaciones (y la lista de las mismas en la Federación
Española de Naturismo. Apartado de Correos 50,370. 28080 Madrid). No suele haber
mirones ni exhibicionistas. Te sorprenderá que nadie se fije en tí… a no ser
que no te quites la ropa (eso es lo que allí llama la atención, no la desnudez).
El respeto que se respira, la serenidad de los mayores, la alegría de los
pequeños… Bienvenida/o a la vida.

https://naturalrevista.com/el-nudismo-como-terapia/

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