viernes, 11 de marzo de 2016

ASI FUE EL CARNAVAL DE LA COMUNIDAD NUDISTA (ARGENTINA)

Paula Brindisi, coordinadora de Color Natural. / Tony Valdez

Anoche en San Telmo.
Se reunieron 80 personas que celebraron a su estilo. Hubo música y un espectáculo acrobático. Los detalles.
Paula y Daniel recorren el salón de punta a punta a paso acelerado. Sonríen, pero todavía no pueden relajarse. Quieren ser buenos anfitriones. Cada vez que suena el timbre corretean hacia la puerta, saludan con un beso a los invitados y los acompañan hasta el fondo, donde está el guardarropa: un perchero de esos que se usan en los camarines del teatro, que a la medianoche estará colapsado. En el trayecto, enseñan el baño, la barra y repiten una y otra vez 'siéntanse como en casa'. Así hacen con cada una de las 80 personas que se acercaron hasta San Telmo a celebrar el Carnaval de la comunidad nudista; una excusa piadosa para reunir a quienes disfrutan de compartir actividades al desnudo.
Desde las 23, cuando comenzó el encuentro, suena en el lugar la melodía de una bossa que improvisan dos músicos, los únicos vestidos. Uno toca la guitarra, el otro la pandereta. Están en el medio del salón, que es una especie de galpón con techo alto, paredes blancas y piso de madera suave, alumbrado con luces tenues. De a poco, a su alrededor se forma una ronda de cuerpos en cuero de todos los tamaños y colores. Los hay redondos, estrechos, blandos y marcados. Pero esa es una distinción que a nadie parece importarle. En la medida en que llegaron, se acercaron al perchero y dejaron todo. "No te preocupes, nunca faltó nada", le explicaba Paula a un principiante. 
De los 80 concurrentes, 50 son hombres y el resto, en su mayoría, parejas heterosexuales. El número de mujeres que vinieron por su cuenta pueden contarse con los dedos de una mano. Casi todos rondan los 45 años, pero los más jóvenes aparentan tener menos de 25 y los más grandes superan los 60. "Aunque a las playas van familias con hijos, preferimos no admitir menores para evitar inconvenientes", dice Daniel. 
El repertorio musical avanza y parece hacer efecto. De a poco, esos cuerpos amontonados empiezan a ganar ritmo. Los pasos de baile son sutiles, casi disimulados, y comienza a oírse un murmullo que no llega a dañar la música. Se escuchan conversaciones que hablan de trabajo, de la familia y de otros lugares del país donde se practica el nudismo. En ese clima, la barra cobra protagonismo. 
La chica que atiende también está desnuda y tiene acento extranjero. Va de lado a lado, tratando de mantener un orden imposible entre los clientes. Saca cervezas, gaseosas, vinos y empanadas. Dos manos no alcanzan. Pero cuenta con una ventaja: no maneja dinero. Hay una lista con los nombres de los participantes en la que anota las consumiciones de cada uno, así no hay que ir al guardarropa todo el tiempo. La cuenta se paga al final. 
Color Natural, la compañía que integran Paula y Daniel, es la única que organiza encuentros de este tipo en la Ciudad. Cada mes, la temática varía. Esta vez, por ser febrero, es Carnaval y la atracción principal es el cotillón, que ya empezó a repartirse y adorna las pieles, pero el mes pasado la consigna fue "África" y se destacó un grupo que hizo percusión a lo largo de la noche.
Si bien en su origen el nudismo tiene poco que ver con reuniones en espacios cerrados, la Asociación para el Nudismo Naturista Argentino (Apanna) respalda los eventos mensuales que coordinan Paula y Daniel porque entiende que desde Color Natural se respeta la ética naturista, que entre varios aspectos concibe a la actividad sexual como un acto privado, no promueve el exhibicionismo obsceno y considera el respeto un pilar esencial. 
Fue en los países del centro de Europa, a fines del siglo XIX, donde el naturismo nació como un movimiento que iba en contra de los efectos de la Revolución Industrial. Por eso, en su versión más pura, consiste en fomentar el contacto con la naturaleza, llevar una alimentación sana y cuidar el cuerpo a través del deporte.
Algo alejada de esos fundamentos, la propuesta de Paula y Daniel permite que los porteños no tengan que salir de la Ciudad para practicar el nudismo. “Como no podemos ofrecer naturaleza, brindamos a cambio la posibilidad de compartir un espacio ligado a las artes como la música, el teatro y la pintura”, señala Daniel.
Son casi la 1 y de repente el centro del salón se ilumina con luces violetas. Suena una música electrónica tribal. Tres chicas semidesnudas y un joven sin nada, que pertenecen a una famosa compañía teatral, improvisan un espectáculo de gran destreza física. Saltan y abren las piernas, se revuelcan frenéticos por el piso y sus cuerpos se enredan generando complejas posturas circenses. Un hombre sentado en el piso registra el momento con lápiz y papel. El público, que durante el show estuvo encandilado, aplaude con ganas, media hora después, al final de la performance, al tiempo que vuelve la luz blanca y esa electrónica oscura se transforma en Carnaval toda la vida, de los Cadillacs. Irrumpe en escena un hombre sobre zancos y alrededor la pequeña comunidad nudista se trenza en un tren de la alegría al ritmo de silbatos y matracas. La fiesta sigue, pero para este cronista ya es tiempo de volver a casa.
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